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jueves, 26 de octubre de 2017

Los bosques y la regulación del clima.



Actores cruciales en el equilibrio eco-sistémico y la vida de las especies.

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Los milenarios bosques y su importancia


Nota basada en Documentos producidos por el Departamento de Montes y presentados en el Undécimo Congreso Forestal Mundial de la FAO.

http://www.fao.org/docrep/w6251s/w6251s0b.htm#TopOfPage







Funciones protectivas y ambientales de los bosques


A. Gottle y E.H. Sène


Albert Gottle es Ministro de Asuntos Ambientales y Desarrollo del Estado de Baviera, Alemania.
El-Hadji M. Sène es Jefe del Servicio de Conservación, Investigación y Enseñanza Forestales de la Dirección de Recursos Forestales, FAO, Roma.
Adaptación de la memoria general preparada para el XI Congreso Forestal Mundial, sobre el tema «Función protectora y ambiental de los recursos forestales».
Bosque seco en el Senegal.

El papel protectivo y ambiental de los bosques

El bosque sólo puede aportar funciones de protección y conservación que se esperan de él si se encuentra en su estado natural y bajo buenas condiciones ecológicas naturales o si, siendo utilizado, se lo gestiona de modo sostenible. Bajo tales condiciones, la salud y la vitalidad del bosque son muy importantes. Es la vitalidad de los bosques la que permite que crezcan con suficiente fuerza y vigor, de manera de poder contrarrestar las fuerzas físicas que afectan a los suelos a través de la erosión del agua. El mismo vigor permite que una arquitectura bien estructurada y un follaje abundante se opongan a la erosión del viento. La salud de los bosques es fundamental para muchas de sus funciones ambientales. Sin embargo, los bosques son a veces afectados por los insectos y otras plagas. Pueden ser perjudicados por otras alteraciones fisiológicas, dependiendo de los cambios climáticos, especialmente de las sequías.
Contando con salud, vitalidad y un adecuado estado de conservación, y asegurados la gestión y el desarrollo, el bosque interviene especialmente en las siguientes funciones ambientales y protectivas de importancia:
Protección de los recursos de agua. Gracias al follaje, la aspereza de la corteza y la abundante hojarasca, los árboles y los bosques reducen el ritmo de dispersión del agua y favorecen una lenta pero total infiltración del agua de lluvia; también debe señalarse la capacidad de los árboles, especialmente en las zonas secas, para retener otras precipitaciones, como la niebla, que así pueden ser recogidas y almacenadas.
Protección del suelo. La cubierta boscosa atenúa el viento a la vez que su densa red de raíces mantiene fijo el suelo: esta característica, añadida a la función que en relación con el agua se ha mencionado anteriormente, protege contra la erosión del viento y el agua, el movimiento de tierras (deslizamientos en masa y caída de rocas) y, en climas fríos, el riesgo de avalanchas. Con la combinación de una menor dispersión de agua y su penetración en las capas freáticas e intermedias, el bosque ejerce un efecto de amortiguación que protege contra las inundaciones y la erosión de las riberas de los ríos, siendo esta última función muy importante.
Atenuación del clima local y reducción del impacto de emisiones de gases. A través del control de la velocidad del viento y de los flujos de aire, los bosques influyen sobre la circulación local del aire y pueden, así, retener las suspensiones sólidas y los elementos gaseosos, así como filtrar las masas de aire y retener los contaminantes. El bosque ejerce un efecto protectivo sobre los asentamientos humanos vecinos y especialmente sobre las cosechas. Esta capacidad es aprovechada para la protección de zonas no habitadas, especialmente las contiguas a áreas industriales y generalmente en los bosques urbanos.
Conservación del hábitat natural y de la diversidad biológica. El bosque ofrece un hábitat a la flora y la fauna y, dependiendo de sus condiciones de salud y vitalidad y, en última instancia, de la manera en que es gestionado y protegido, asegura su propia perpetuación mediante el funcionamiento de los procesos ecológicos. En Europa, casi la mitad de los helechos y plantas florales crecen en el bosque. Debido a su tamaño y su diversidad estructural, se encuentran más especies animales en el bosque que en cualquier otro ecosistema. La capacidad del bosque para aportar un hábitat apropiado a sus varios componentes también depende mucho de la composición, densidad y estructura. La composición y la estructura influyen fuertemente sobre la diversidad, mientras la densidad puede mejorar la protección. Se admite que los bosques de especies mixtas ofrecen un mejor hábitat a la vida silvestre que las masas forestales puras. Esto debería tenerse presente cuando se considera hacer plantaciones o en la gestión y silvicultura de ecosistemas forestales profundamente modificados.
Funciones recreativas y sociales de los bosques. Aparte de estas funciones físicas y biológicas directamente protectivas, los bosques en general han ido adquiriendo c recientemente funciones recreativas durante las últimas cinco décadas. En la vecindad de las ciudades, han florecido el turismo y los lugares de reposo y cura, beneficiándose del entorno forestal; en las áreas boscosas de los países desarrollados o en desarrollo, las residencias secundarias atraen nuevamente al hombre hacia los bosques.
Protección de los bosques contra la erosión cultural. Mientras las comunidades urbanas en los países industrializados hacen lo posible por acercarse a la naturaleza, al mismo tiempo la evolución de las economías mundial y locales puede ser una amenaza para las otras funciones protectivas de los bosques naturales en el mundo en desarrollo, donde los bosques todavía mantienen sus funciones culturales y religiosas. Es un reto para la silvicultura del siglo XXI atender también esas necesidades y preservar la dimensión cultural de las funciones protectivas de los bosques.
Funciones protectivas y ambientales de los bosques en algunos medios frágiles
Bosques de montaña y desarrollo sostenible de zonas montañosas. Los ecosistemas de montaña se encuentran entre los ecosistemas frágiles definidos como tales por el Programa 21 de la CNUMAD, en el capítulo 13, «Desarrollo sostenible de zonas montañosas». Las principales actividades desarrolladas intensamente durante los cinco años transcurridos desde la Cumbre de Rio de Janeiro han realzado la conciencia sobre las muchas funciones de las montañas: son repositorios de plantas raras y ricas y de la diversidad biológica animal. Contienen recursos genéticos únicos que apuntalan la agricultura y la ganadería domésticas en las circunstancias particulares de los sistemas de explotación que prevalecen en los valles y altiplanicies. Contribuyen con un flujo estable de recursos acuíferos invalorables, con un alto potencial de renovación. Son anfitriones y protectores de una diversidad de etnias y culturas humanas.
En la alta montaña, los bosques protegen los asentamientos y sistemas de comunicación contra avalanchas, desprendimientos de rocas y deslizamientos de tierra. En los Alpes, por ejemplo, una parte de los bosques de protección han sido sometidos a prácticas de gestión establecidas de larga data, que tienden a mantener una correcta mezcla de especies vivaces y frondosas. Pero hay tendencias que presionan a favor de cambios insatisfactorios. Las masas mixtas están dejando paso a bosques monoespecíficos y muchos bosques de protección han sido debilitados o superan la edad adecuada. Crecen cada vez más dispersos. En muchos casos, la presencia de venados impide la regeneración natural e incrementa la degradación del ecosistema forestal, así como reduce su capacidad protectiva. Entre las medidas para contrarrestar esa tendencia negativa o para restaurar el ecosistema forestal se incluyen medidas biológicas como la reforestación, trabajos de ingeniería y prácticas activas de silvicultura, que promueven y ayudan en la regeneración natural.
En otras partes del mundo, puede observarse la misma declinación, pero la mayor parte de ella ocurre como resultado de los tentativos de las poblaciones rurales pobres de extraer su sustento de las áreas marginales. En Africa del Norte, en las altiplanicies africanas, en los Andes y en el Himalaya, la búsqueda de leña, el apacentamiento de animales bien adaptados y la agricultura marginal han sido mencionadas como los principales factores de fragmentación, degradación y pérdida de los bosques de montaña. También la minería en muchas partes del mundo contribuye a la ruptura del equilibrio ambiental de la montaña y especialmente la degradación o destrucción de una diversidad biológica única, afectando en algunos casos a especies endémicas y a los procesos de que forman parte. La explotación minera inapropiada de ciertas cuencas puede ser con frecuencia una fuente de contaminación de los cursos de agua (Hernández, 1977).
Muchos grupos ecologistas han puesto de relieve la posible influencia negativa de las líneas de comunicaciones y carreteras, por cuanto su implantación supone la deforestación de extensiones de tierra y afecta el hábitat de especies de alta significación ecológica. Sin embargo, las más fuertes razones identificadas por Hernández en América Latina son: el estado de fragilidad inherente de las montañas jóvenes; la extrema pobreza de la población y la pérdida de vigor y resolución frente a las condiciones sociales degradadas de los pobres; y el enfoque segmentado del desarrollo y la falta de coherencia institucional y la ausencia de extensión adecuada y participativa.
Las funciones protectivas de los bosques de montaña y el cambio climático requieren una atención especial. Este tema ha sido ampliamente estudiado en todo el mundo. Gottle refiere los resultados de la investigación de la Oficina del Estado de Baviera sobre la Gestión del Agua sobre las posibles consecuencias del cambio climático en el modo en que los bosques de montaña de Europa puede cumplir con sus funciones como amortiguadores:
· Las temperaturas más altas provocarán una elevación de la línea de nieve y hielo, con condiciones más favorables para la vegetación, pero con una «erosibilidad» superior por cuanto el desplazamiento de la línea de suelo permanentemente helado crea más inestabilidad en las áreas todavía no colonizadas por la vegetación y aporta posteriormente condiciones de suelo más estables.
· Los cambios frecuentes entre deshielo y congelación dejarán más material expuesto a la intemperie e incrementarán los riesgos asociados de caída de rocas y deslizamientos de tierra, a la vez que harán más difícil la consolidación de la vegetación.
· Más precipitación de agua con predominio de lluvia hará que los suelos se saturen de agua, lo que eventualmente reducirá la resistencia a la erosión y pérdida de estabilidad, condiciones desfavorables para el establecimiento de vegetación. Una mayor pérdida de superficie durante el año provocará aún más erosión.
Mutatis matandis, cambios similares en intensidad pueden experimentarse en las áreas montañosas, más que en las llanuras, lo que implica modificaciones más espectaculares en los ecosistemas forestales de montaña, debido a la concentración sobre cortas distancias horizontales de fenómenos que, de otro modo, ocurrirían de manera diferente o sobre distancias mayores.
Atención especial a los bosques de montaña y a la gestión de cuencas. El Programa de la Montaña, que se ha mostrado muy activo en el marco del Capítulo 13, y la creación del Foro de la Montaña a escala mundial y con sus capítulos regionales, ha subrayado la necesidad de equilibrar el flujo unidireccional de recursos, incluyendo los forestales y los servicios que se derivan de la montaña. Se ha defendido la necesidad de encontrar mecanismos innovadores de financiación y nuevas opciones políticas que restauren el equilibrio global entre las economías montañosas y las sociedades de las tierras bajas. Los esfuerzos por conservar los bosques de montaña no pueden ser soportados en solitario por las comunidades montañesas.
Hernández (1977) lanza el mismo mensaje en lo que respecta a los bosques tropicales de montaña; subraya que las sociedades interesadas son más conscientes de la importancia de esos bosques en la producción de agua de calidad en las cuencas hidrográficas de las montañas tropicales. Por lo tanto, una mejor comprensión de las necesidades de gestión forestal y de desarrollo sostenibles debe ser compartida en toda la cuenca, si se pretende mantener la prosperidad de los bosques de montaña y, más ampliamente, de sus sistemas naturales y socioeconómicos, y también por razones de solidaridad regional. En este contexto, se ha pedido que se dediquen más esfuerzos para que la gestión de las cuencas no tenga por objetivo sólo la restauración física de los procesos benignos en el flujo de recursos hídricos y de materiales sólidos, sino que también se oriente al desarrollo sostenible de los sistemas montañosos. Esto será logrado mediante la estabilización de los sistemas de subsistencia, la mejora de las condiciones de vida en las áreas montañosas, la identificación y promoción de actividades innovadoras capaces de generar ingresos y empleos alternativos, y la restauración de la equidad y la solidaridad entre las comunidades que viven a lo largo de las cuencas.

Los bosques en la conservación y desarrollo sostenible de las tierras áridas

Los árboles y los bosques en las regiones secas tienen funciones múltiples. Aportan un buen número de servicios, que tienden a amortiguar las rigurosas condiciones y procesos que prevalecen en esas zonas, especialmente en las áreas tropicales. Las funciones ambientales de los árboles y los bosques en condiciones secas están relacionadas con numerosos aspectos, entre ellos el bienestar de los humanos y de los animales, la productividad de las tierras de cultivo, la protección global de los recursos de tierra y agua y la conservación de la diversidad biológica. Berthe (1997), al presentar el ejemplo de Malí y sus lecciones de valor universal, ha identificado los muchos roles de la silvicultura en las tierras secas, poniendo el acento en los prerrequisitos y en los resultados de actividades forestales bien orientadas, en la rehabilitación de recursos naturales, y especialmente en el control de la desertización. Menciona la importancia de la formación y asesoramiento técnicos y de la extensión para las poblaciones rurales, la mejora de la base de conocimientos sobre los recursos, la necesidad de promover nuevas tecnologías, una mayor implicación de la población interesada y la devolución de responsabilidades a sus propias organizaciones.
Los calores extremos, las tormentas de arena y los vientos cálidos son algunos de los factores que pesan sobre las condiciones de vida y subsistencia en las áreas secas. Las poblaciones han usado los árboles y las formaciones boscosas para protegerse de esos elementos, y se han puesto en práctica muchas adaptaciones. La vegetación natural ha sido conservada en la mayoría de los nuevos asentamientos humanos. En muchos sistemas forestales abiertos, desde los bosques semisecos hasta las formaciones de la estepa, amplias extensiones de árboles cubren la tierra y se han mantenido intactas para proteger las áreas habitadas. Con frecuencia ha sido difícil proteger las formaciones naturales y hacerlas sostenibles cuando las áreas habitadas evolucionan hacia grandes aglomeraciones urbanas: en muchas zonas secas se han desarrollado esfuerzos por plantar árboles urbanos y bosques periféricos, con vigor y continuidad. En los países sahelianos, por ejemplo, los esfuerzos por implantar bosques periféricos se remontan a principios de los setenta y se ha mantenido su crecimiento en torno a las ciudades. En los países del Maghreb y en todo el Medio Oriente hasta Irán, el papel de los árboles y arbustos en la protección del entorno inmediato de vida del hombre y en la mejora del medio ambiente urbano está bien reconocido.
En las tierras de cultivo, las pautas agrícolas han desarrollado un sistema de dehesas que no sólo implica mantener la fertilidad de las tierras sino también proteger a los hombres y los animales. Estos tipos de formaciones prevalecen en todas las áreas secas y semihúmedas desde el tipo llamado Campo en la península Ibérica hasta la formación dominada por leguminosas en Africa occidental y del sur. Las leguminosas y otras especies destinadas a fijar el nitrógeno tienen un papel clave en el mantenimiento de la fertilidad del suelo. Esta función es de enorme importancia en las áreas donde habitan poblaciones en pésimas condiciones económicas que no pueden permitirse el uso de fertilizantes químicos. El ejemplo más documentado es la acacia panafricana (Faidherbia albida) que está presente en las áreas secas y semihúmedas de la región al sur del Sahara; ofrece sombra y alimento a los animales y nutrientes naturales a los cultivos. El sistema de dehesas referido contribuye eficazmente al mantenimiento de esas comunidades arbóreas residuales, si bien ciertos desarrollos socioeconómicos nuevos y rápidos han impuesto la corta y el uso para leña de especies que nunca antes habían sido usadas para tal propósito. Estos cambios sociales han modificado el interfaz hombre/ árbol, y la silvicultura social y comunitaria debe afrontar el reto restablecer prácticas de protección que tienden a mantener la conservación de los árboles de particular importancia para las comunidades en las tierras secas. Los modernos programas de agrosilvicultura deben contribuir a una mejor comprensión de esos sistemas y alentar su conservación, mejora y reproducción.
La deforestación inducida por el uso de los recursos forestales se ha visto agravada por la degradación de las condiciones climáticas en muchas zonas del mundo. Los países más afectados son los que las Naciones Unidas han identificado en Africa y que tienen prioridad en la negociación y puesta en práctica de la Convención contra la Desertización y la Sequía. La plantación de árboles en las áreas amenazadas por la desertización, o la gestión de formaciones de árboles xerófilos, contribuyen a proteger los suelos y a restaurar la capacidad productiva de las tierras. Las iniciativas más espectaculares en materia de control de la desertización sobre las actividades para estabilizar las dunas de arena, que han sido puestas en práctica con singular éxito en el Africa occidental (Mauritania, Níger y Senegal), en el norte de Africa (Marruecos, Argelia, con la gran iniciativa del Cinturón Verde que ha pasado de la plantación masiva a un enfoque de desarrollo rural integrado, así como en Túnez y Libia), en Asia (India, Irán y Pakistán, entre otros).
La plantación de árboles se asocia cada vez más con otras técnicas, que incluyen el almacenamiento de agua, aterrazamiento, establecimiento de pozos y otras modalidades de máximo aprovechamiento de los recursos hídricos. Numerosos proyectos se llevan a cabo en este sector usando una variedad de medios, desde maquinaria pesada hasta el trabajo manual, y un grado diverso de asociación de varias opciones.
Los programas nacionales de acción, para llevar a la práctica la Convención de las Naciones Unidas contra la Desertización, promoverán tales acciones dentro de iniciativas más amplias para combatir la degradación de las tierras, la inseguridad alimentaria y la pobreza. Aunque la plantación de árboles ha sido postulada como el primer y más avanzado instrumento de control de la desertización, han sido revaluadas muchas consideraciones sociales, económicas y ecológicas acerca de su papel y posición. Los programas nacionales de acción así lo han reconocido e involucran un conjunto más amplio de actividades integradas. Sin embargo, vista como un potente instrumento multi-funcional, entre otros, para el control de la degradación de tierras, la plantación de árboles, arbustos y hierba constituye un complejo c arando se acompaña de medidas de conservación hídrica y control de la erosión, de la rehabilitación de tierras de cultivo agotadas, la diversificación del paisaje aldeano al introducir especies arbóreas con varias funciones y servicios, la estabilización y recuperación de tierras. La silvicultura, la agrosilvicultura y la plantación de árboles urbanos seguirán un primer plano de la agenda de los programas nacionales de acción para combatir la desertización. Es cierto que se espera de este Congreso y de las reuniones complementarias que lo han precedido que aporten ideas y recomendaciones para la acción, capaces de consolidar la contribución de la población forestal a la implementación efectiva de la Convención.
La diversidad biológica de las tierras secas es con frecuencia pasada por alto. Sin embargo, los árboles y sistemas forestales y herbáceos que se expenden en las zonas secas son importantes repositorios de la diversidad biológica, cuyas especies componentes han desarrollado la capacidad para vivir en las peores condiciones de déficit de agua. La aportación de tierras para pastoreo y de bienes alimenticios como el Tef en Etiopía, la palmera datilera, las varias especies de Cactus y Agave, son sólo unos pocos ejemplos de la contribución de los ecosistemas secos a la protección del suministro alimentario.


Las especies animales en las zonas secas de los Andes, el Sahara, las partes áridas del Sahel, Asia y otros desiertos, son de una extraordinaria belleza y utilidad para la civilización. Hoy, sus hábitats están siendo amenazados. Las formaciones en torno a los oasis evolucionan también rápidamente y sus ecosistemas se ven expuestos a muy rigurosas condiciones. En Jordania, por ejemplo, las plantas que antes eran descriptas con frecuencia como verdes y ricas en vida silvestre contienen ahora escasos remanentes de las formaciones prístinas.
Las mismas inquietudes suscita el plasma germinal del ecosistema de tierras secas. Las especies madereras de esos ecosistemas, especialmente las de los géneros Acacia y Prosopis, siempre que se tomen las debidas precauciones, tienen un enorme potencial curativo. La protección del bosque y de los ecosistemas de sus tierras debe ser asegurada para, eventualmente, conservar esa riqueza para las generaciones actuales y futuras. El conocimiento tradicional y las tecnologías desarrolladas localmente deberían, asimismo, ser explotadas a fondo, rehabilitadas y promovidas.

La protección de los bosques en los sistemas costeros y humedales

Los sistemas costeros, los pantanos, humedales o marismas y las riberas tienen en común sus vínculos especiales con los recursos de agua dulce o salada. Se benefician de la presencia del agua pero también sufren por ello, directa o indirectamente. Los bosques generalmente disfrutan de la constante disponibilidad de agua, y las formaciones aliadas se dotan de funciones fisiológicas de adaptación o de variaciones biológicas que les permiten sobrevivir y desarrollarse. No obstante, en la medida que la situación de los espacios hídricos varía con la sequía o con el flujo excesivo de nuevos volúmenes por la lluvia u otros procesos relacionados con su desagüe excepcional, los sistemas pueden verse afectados negativamente y sus funciones amenazadas. La fragilidad de los bosques de tierras bajas, costeras y ribereñas, así como la de otras formaciones, está vinculada a estos fenómenos.
Kabii, Shawdoury, Zheng Songfa y otros autores de comunicaciones al XI Congreso Forestal Mundial han documentado los varios aspectos relativos a estos ecosistemas y a los bosques que prosperan en ellos, pero el más importante corpusde consideraciones es el relacionado con las marismas y las formaciones de manglares. Tal como fueron definidos por la Convención de Ramsar (Kabii y Bacon), las marismas son «áreas de pantano, ciénaga, musgo y agua, sean naturales o artificiales, permanentes o temporales, en las que el agua permanece estática o fluye, dulce, salobre o salada, incluyendo las zonas de agua de mar cuya profundidad no excede los seis metros».
Kabii incluye entre esas áreas «una amplia gama de tipos, entre las que se encuentran las que cuentan con una cubierta forestal, como los manglares, los bosques inundados, las turberas, tremedales, ciénagas de Metaleuca y palmerales». El amplio uso de estos sistemas naturales tal como fue delineado por la Convención incluye: la formulación e implementación de políticas nacionales globales para ser integradas en los procesos de planificación; la aplicación de los criterios de la Convención para identificar y designar los humedales de importancia internacional, para su conservación; la aplicación de los instrumentos y mecanismos generados por la Convención (orientaciones de planificación y gestión, seguimiento de los humedales que experimentan cambios debidos a iniciativas de desarrollo, medidas para obtener o aportar asistencia específica para la resolución de los problemas de los sitios amenazados), y la contribución a la puesta en práctica de los ocho objetivos del Plan Estratégico 1997/ 2002 adoptado recientemente por la Convención. Entre estos últimos, el objetivo vii pide la movilización de «la cooperación internacional y la asistencia financiera para la conservación de los humedales y su uso adecuado, en colaboración con otras convenciones y agencias, tanto gubernamentales como no gubernamentales». Esta disposición abre e] camino hacia la conservación, gestión y desarrollo sostenible de los bosques de humedales, incluyendo los manglares.
En la acción internacional para evaluar los bosques de humedales, se necesita hacer más esfuerzos para lograr un mejor enfoque de su diversidad biológica. Los esfuerzos especiales que la FAO y el Centro Mundial de Vigilancia y de Conservación pretenden dedicar a las áreas protegidas, en la próxima ronda de evaluación mundial de recursos forestales, probablemente mejorará la calidad de los datos disponibles sobre los bosques protegidos en sistemas de humedales.
Los bosques de manglares se encuentran entre los más intensa y diversamente usados del mundo. Aportan recursos de suelo para la agricultura, especialmente para arrozales, son extremadamente ricos en pesca, algunos de sus frutos pueden consumirse directamente y, en muchos países, son una de las mayores fuentes de aprovisionamiento de leña para las ciudades costeras en crecimiento. La silvicultura y gestión de los bosques de manglares han conocido no pocos logros y progresos. Muchas iniciativas de plantación han tenido éxito, pero subsisten problemas técnicos, dependiendo de la biología de las especies, del entrenamiento del personal y de algunas condiciones locales, entre ellas los problemas de contaminación señalados por Zheng Songfa et al., (1977). Los futuros esfuerzos de conservación, gestión y desarrollo de los manglares incluirán reforzar la gestión y la silvicultura de los manglares africanos mediante la reforestación, entre otras medidas; mejorar el conocimiento de los recursos, especialmente en Africa; configurar redes para avanzar en la diseminación de tecnologías relacionadas con los bosques de manglar, habida cuenta del enorme desfase existente entre países, especialmente los asiáticos y los del resto del mundo; e intensificar la investigación sobre estos ecosistemas.
Un cierto número de otros sistemas costeros están quedando al descubierto como secuela del deterioro de las formaciones de hierba y arbustos que suelen crecer sobre las formaciones generalmente arenosas de la costa. Los depósitos de arena sobre la línea costera son movilizados por los vientos y arrastrados hacia tierra adentro, o se depositan formando dunas que invaden y esterilizan valiosas tierras cultivables. Para contrarrestar esa tendencia, muchos países han aplicado técnicas de estabilización de dunas en sus áreas costeras. Los bosques así creados están hoy sometidos a gestión sostenible. En Francia, enormes plantaciones (Pinus marítima) sirven de soporte a una próspera industria de fibra y aportan estabilidad a una línea costera agradable. En las costas del norte y el oeste de Africa, las dunas han sido estabilizadas, usando técnicas similares, con especies de Acacia y Casuarina; estos bosques protegen y promueven la riqueza de tierras de cultivo que permiten la explotación de frutales y producción de vegetales, al tiempo que embellecen el paisaje, aumentando así su potencial para el desarrollo del turismo.
Los bosques ribereños son importantes formaciones biológicas que contribuyen a la conservación de los valles de los ríos y a la mitigación de la erosión de las riberas; junto con las formaciones herbáceas y arbóreas sobre los taludes de las cuencas, garantizan el flujo de aguas claras y reducen los embauques. En Africa, los bosques en galería, junto con la protección que brinda el fondo de los valles de muchos ríos y cursos de agua temporales, son refugios para especies amenazadas en otras áreas, y contienen una rica diversidad biológica de plantas y animales. Debe señalarse que los bosques inundados en Africa han sufrido especialmente durante las últimas dos décadas. Las formaciones ribereñas deAcacia nilotica, por ejemplo, han desaparecido a lo largo de los principales valles bajos, lo que significa que numerosas llanuras inundables estarán sometidas a serios problemas de erosión eólica o serán dedicadas a usos inadecuados. La conservación de esos sistemas requiere grandes esfuerzos de planificación del uso de la tierra y la adopción de una estrategia para la que no hay recursos disponibles en los países en desarrollo. Sin embargo, es necesario dar prioridad a esos esfuerzos si se quiere conservar los valles de los ríos, allí donde se están concentrando o planificando importantes inversiones.

Conclusiones

Los recursos hídricos serán los más sensibles durante el próximo siglo. El crecimiento de las poblaciones con altas necesidades per cápita producidas por el desarrollo han de ejercer fuertes presiones sobre esos recursos. Los ecosistemas montañosos son la primera fuente de agua dulce y limpia, y es evidente que el desarrollo sostenible en las zonas de montaña será uno de los principales retos que esperan a las comunidades humanas. El llamamiento a prestar más atención a la conservación de los ecosistemas montañosos y a promover enfoques integradores de gestión de cuencas debería ser escuchado, si se aspira a responder al desafío de contar con agua limpia para todos, en especial para los 800 millones de personas que todavía no tienen acceso a ese recurso vital. Para lograrlo, es necesario asegurar que se mantengan y mejoren la protección y conservación, así como las funciones ambientales de los bosques en los ecosistemas de montaña.
La línea continua que lleva desde los ecosistemas de montaña a las masas de agua, a través de los ríos y otros flujos superficiales, debería ser reconocida, y tomarse medidas adecuadas para asegurar la conservación de los recursos hídricos. Los bosques serán, por lo mismo, reconocidos en sus varios roles en la protección, conservación y uso sostenible de los recursos. No deberían escatimarse esfuerzos para dictar leyes y normas de regulación y para poner en marcha programas de conservación y desarrollo que estén acordes con la magnitud de los problemas planteados. Los vínculos entre las políticas de conservación de la diversidad biológica y las de conservación de los recursos hídricos deberían ponerse en evidencia, por cuanto están orgánicamente conectados. La lógica consecuencia es un enfoque necesariamente coordinado para la puesta en práctica de la Convención sobre los humedales y la diversidad biológica.
Los bosques son importantes en la restauración de los ecosistemas frágiles y degradados de las tierras secas y en el aumento de su productividad. El conjunto de actividades recomendado por la Convención sobre la Desertización y la Sequía incluye acciones relacionadas, como la gestión de los bosques naturales, particularmente con la participación de las poblaciones, la forestación y la reforestación, y las prácticas de agrosilvicultura para soportar la productividad de las tierras de cultivo y el desarrollo silvopastoral. Un cierto número de otros objetivos ambientales y protectivos han sido analizados en este artículo no serán posibles si no se dedican esfuerzos a crear un cierto número de prerrequisitos, entre ellos: la mejora del conocimiento de los recursos involucrados y la evaluación de su situación; el desarrollo de programas de investigación coherentes para consolidar o mejorar las tecnologías; la promoción de la cooperación regional e internacional para intercambiar tecnologías probadas y establecer una red de especialistas; el desarrollo de recursos humanos a través de programas bien orientados de construcción de capacidades. Las convenciones internacionales previas y posteriores a la CNUMAD aportan un conjunto completo de enfoques y orientaciones que deberían servir para promover, a los niveles nacional, regional e internacional, la contribución de la silvicultura al mantenimiento de un medio ambiente sano y al desarrollo sostenible.

Bibliografía

Documentos especiales del XI Congreso Forestal Mundial que se refieren al presente artículo:
Choudhury, J.1997 Sustainable management of coastal mangrove forest development and social needs.
Hernández B.E. 1997. Estrategias para el fortalecimiento del manejo de cuencas hidrográficas de montañas tropicales.
Berthe, Y. 1997. Le rôle de la foresterie dans la lutte contre la désertification.
Kabii, T. y Bacon, P. 1997. Protection of wetlands and coastal lands and their habitats.
Zheng Songfa, Zheng Dezhang, Liao Baowen y Li Yun. 1997. Tidal land pollution in Guangdong Province of China and mangrove afforestation.





La mejora de las funciones productivas de los bosques pluviales tropicales

M.N. Salleh
Salleh bin Mohammed Nor es Director Ejecutivo de la TROPBIO Research, Kuala Lumpur, Malasia.
Adaptación de la memoria general presentada al XI Congreso Forestal Mundial, sobre el tema «Función productiva de los bosques».
La expresión bosque pluvial tropical (tropische Regenwald) fue empleada por primera vez en 1898 por el botánico alemán A.F.W. Schimper (Whitmore, 1990). Hoy, los bosques pluviales tropicales pueden encontrarse en las tres áreas de tierras tropicales del mundo sobre una superficie total de 17,6 millones de km2 (Dixon et al., 1994). El mayor bloque que se encuentra en América Latina totaliza una superficie de 4 millones de km2; seguido por Asia que cubre 2,5 millones de km2, y Africa, con 1,8 millones de km2. La tasa de deforestación es muy elevada. En 1990, la FAO (1995) estimaba que el ritmo de deforestación en los trópicos es de aproximadamente 460 000 hectáreas anuales, lo que equivale a una tasa del 0,6 por ciento. Si esta tasa de deforestación continuara, muchos países podrían perder la totalidad de sus bosques pluviales tropicales de dimensiones relativamente moderadas, hacia el año 2025 (WRI, 1988). Predicciones similares han sido formuladas por la Interagency Task Forte on Tropical Forest, de Estados Unidos, que en 1980 llegó a la conclusión de que si continuara la actual tendencia, los bosques pluviales tropicales mundiales fuera de Africa central y de la cuenca del Amazonas serían solamente remanentes dispersos en el año 2025 (Grainger, 1987).
No hay duda de que se puede y se debe tomar medidas para asegurar que los bosques remanentes no se agoten. Las inquietudes expresadas por todos los países en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD) en 1992 necesitan una continuidad y ser llevadas a la práctica sobre el terreno. Entre aquellos que se ocupan de conservación de bosques tropicales, existe el temor de que la utilización de los recursos forestales lleve a la destrucción de los bosques, o por lo menos que si los bosques son gestionados para la producción de madera, deberán sacrificarse otros productos y servicios que aquellos pueden ofrecer. Para aplicar buenas prácticas de gestión, es crucial que todos los forestales y gestores comprendan las funciones de los bosques pluviales tropicales antes de tomar cualquier decisión sobre la gestión y el uso de éstos.


El presente artículo sostiene que la gestión de múltiple uso, para obtener madera y productos y servicios no madereros, puede maximizar el crecimiento económico y, al mismo tiempo, conservar el valor del bosque para el futuro.

Producción de madera

Bosque natural
La demanda mundial de madera tropical ha crecido significativamente durante las últimas décadas (Panayotou y Ashton, 1992), como consecuencia del aumento de la población y del desarrollo económico. Para el año 2000, la proyección de extracción de madera tropical se estima que aumentará a 236 millones de m³ (FAO, 1982; Erfuth, 1984), con el sudeste asiático como fuente dominante (Gills, citado en Denslow y Padoch, 1988). Entre el 3 y el 18 por ciento de la producción total de madera tropical es vendida en los mercados internacionales (WRI, 1988). Al mismo tiempo, las exportaciones de madera tropical crecieron 14 veces en los 30 años anteriores a 1980 (Grainger, citado en Panayotou y Ashton, 1992).
En 1980, Brazier (1982) estimó que el valor total de las exportaciones mundiales de maderas tropicales era de 8 700 millones de dólares. Según WRI (1988), el valor total de los productos madereros exportados era de aproximadamente 50 000 millones de dólares en 1985, generando una gran parte (entre el 10 y el 20 por ciento) de los ingresos por comercio exterior de algunos países en desarrollo (Grainger, 1986). Los bosques pluviales tropicales representaron sólo el 13 por ciento de toda la producción mundial de madera en rollo (Panayotou y Ashton, 1992). Sin embargo, si las tendencias actuales de tala y deforestación continuaran, se teme que no habrá suficientes bosques para abastecer las necesidades de madera de las futuras generaciones.
Corta y silvicultura
La cosecha forestal y el transporte son componentes esenciales de la gestión forestal. Por lo tanto, la elección de los métodos de corta y transporte debe ser motivo de cuidadosa consideración, porque tendrán el mayor impacto sobre la productividad futura del bosque. Los componentes del ecosistema forestal que pueden verse afectados negativamente por las operaciones de cosecha y de transporte incluyen la masa de madera residual, la estabilidad del suelo, los animales de caza, las especies raras y la regulación de vertientes (Marn y Jonkers, 1981). Operaciones poco cuidadosas pueden tener como consecuencia una excesiva mortalidad de plantones, de lo que puede resultar una reserva inadecuada de especies deseables, bajos rendimientos futuros de madera y ciclos de cosecha prolongados.
La corta o cosecha forestal es el primer gran impacto de la interferencia humana sobre el bosque y debería, por tanto, ser planificada y ejecutada de modo apropiado. Sus implicaciones son de gran alcance sobre el futuro a largo plazo del bosque, y un juicioso cuidado es esencial para asegurar la recuperación y crecimiento del bosque residual. A este respecto, la práctica de la corta de impacto reducidos es un esfuerzo dirigido a asegurar un tratamiento inicial apropiado del bosque. Por consiguiente, la operación de corta debería ser considerada como parte del proceso silvícola.


Actualmente, varios métodos se usan en todo el mundo; entre ellos, tractores de ruedas u orugas, cables superficiales con cabria, cables aéreos, y helicópteros o globos. Los sistemas de tractor de oruga son los más difundidos en la industria forestal pero también son particularmente perjudiciales para la masa residual (Nicholson, 1958), con una perturbación global superior a la de los sistemas de cable con cabría en la superficie (Hamilton y King, 1983). La perturbación total del suelo por los sistemas de cable aéreo es inferior a la que producen los cables en superficie, debido a que presentan menos requerimientos de trochas. Los sistemas de extracción aérea, usando helicópteros o balones, provocan los perjuicios menos importantes, si bien son los más caros.
La cosecha de madera, incluso bajo una gestión de rendimientos eficaz y sostenida, plantea muchos otros aspectos de riesgo a la sostenibilidad del bosque. El daño causado a la estructura del bosque, al entorno forestal y social y al ecosistema, es de lejos muy superior al de cualquier otro uso de la tierra, excepto el clareo para agricultura (Leslie, 1994). Para minimizar el daño al ecosistema forestal, Leslie sugiere que deberían incorporarse técnicas de cosecha de bajo impacto con una gestión sostenible del rendimiento. Esto supone talar menos árboles por hectárea, evitar perjudicar la masa residual y la retención y protección de los árboles y otros productos no madereros que tienen un valor comercial o artesanal, real o potencial o una significación ecológica o cultural.
Ha habido un lento movimiento hacia el uso de tecnologías más respetuosas con el medio ambiente en las operaciones de cosecha y transporte forestal. Muchas de las investigaciones de los años recientes se han centrado en los impactos ambientales asociados con las operaciones de cosecha o con el desarrollo de infraestructura y la necesidad de mejorar el control de las operaciones de corta (Dykstra y Heinrich, 1997). Una cuidadosa planificación de las trochas forestales y lanzaderas de troncos puede minimizar los daños sobre la cubierta y el piso del monte. En Sarawak, esta planificación ha permitido la extracción de hasta un 30 por ciento más de madera por hora, con costes globales reducidos en un 19 por ciento, y los espacios abiertos en el bosque disminuyeron del 40 al 17 por ciento, con una supervivencia de 60 tallos comerciales por hectárea en lugar de 40 (Marn y Jonkers, 1981).
La silvicultura de bosque pluvial es la manipulación del bosque en favor de ciertas especies y de tal modo mejorar su valor (Whitmore, 1990). El principio biológico de la silvicultura es que mediante el control de los espacios en la cubierta es posible influir sobre la composición de especies en el próximo ciclo de crecimiento. En los bosques donde la existencia de plantones y renuevo de las especies deseables es inadecuada para la regeneración natural, sea por la baja supervivencia inherente o como resultado de una operación de corta destructiva, las opciones disponibles son limitadas. La regeneración artificial a través de una plantación de enriquecimiento es tal vez la mejor opción para restaurar las especies deseables en el bosque remanente. Esto es así porque la regeneración natural de las especies comerciales depende en gran medida de la supervivencia de los plantones establecidos, ya que la producción de frutos es irregular y por tanto ocurre raramente antes de que aparezca la maleza que sigue a la corta (Whitmore, 1984; Kio, 1987).
El éxito de la plantación de enriquecimiento varía enormemente según el método que se use, las especies que se planten y el alcance y calidad de los cuidados posteriores (Panayotou y Ashton, 1992). Esta práctica ha sido sometida a prueba en varios tipos de bosque en Asia y Africa, con un énfasis en la regeneración de las especies dipterocarpáceas y de la caoba, respectivamente (Whitmore, 1984, Nwoboshi, 1987). Hay dos métodos de plantación de enriquecimiento actualmente en uso: plantación en línea, en la que los plantones se colocan en pasillos, generalmente clareados en lo alto, y plantación en grupo, en la que grupos de plantones son colocados en los espacios, creados natural o artificialmente, de la cubierta (Kio, 1987).


Hasta hoy, la plantación de enriquecimiento no ha tenido mucho éxito. Los plantones con frecuencia no consiguen estabilizarse, y aquellos que lo consiguen suelen exhibir un pobre crecimiento o son abrumados por trepadoras y malezas (Liew y Wong ,1973; Kio y Ekwebelam, 1987). Sin embargo, Kio (1987) sugiere que el fracaso de la plantación de enriquecimiento se debe a la aplicación impropia de los métodos, no a un fallo del concepto. Como ha sido señalado por Ashton (citado por Panayotou y Ashton, 1992), la plantación de enriquecimiento se ha logrado en Karnataka y otros estados de la India, así como en Sri Lanka, durante muchos años.
Los experimentos en Malasia también han indicado un alentador potencial para la plantación de enriquecimiento con especies autóctonas y exóticas, cuando está acompañada por un esfuerzo concertado de mantenimiento y tratamiento, incluyendo la aplicación de fertilizantes.
El autor está convencido de que la plantación de enriquecimiento es no sólo una opción viable sino una necesidad en la gestión de bosques tropicales, debido a la reducción de la calidad de las masas residuales después de la corta. Por otra parte, la plantación de enriquecimiento asegura las especies para el suministro futuro y ayuda a introducir prácticas de planificación.
Plantación forestal
Las actuales estimaciones de las superficies de plantación forestal indican un total aproximado de 135 millones de hectáreas (Mather, 1990; Sutton, 1991; FAO, 1993) dominado por unos pocos géneros: Acacia, Eucalyptus, Picea y Pinus, Araucaria, Gmelina, Larix, Paraserienthes, Populus, Pseudotsuga y Tectona tienen importancia regional (Savill y Evans, 1986; Evans, 1992). Sólo en torno al 25 por ciento de las plantaciones forestales existentes en el mundo se encuentran en las regiones tropicales y subtropicales; aproximadamente el 15 por ciento en la zona Asia-Pacífico, el 7 por ciento en el continente americano y el 3 por ciento en Africa (Evans, 1992; Kanowski y Savill, 1992).
El establecimiento de plantaciones forestales en los trópicos aumentó significativamente durante la década pasada. Evans (1992) informa que la superficie de plantación se multiplicó por siete durante un período de 25 años, pasando de 6,7 millones de hectáreas en 1965 a 42,7 millones en 1990. Estas plantaciones son, casi por completo, plantaciones monocultivo de edad uniforme, con el propósito primario de producción de madera (Evans, 1992; Panayotou y Ashton, 1992; Kanowski, 1997), siendo un 90 por ciento de ellas destinadas a producir madera de uso industrial.
La FAO (1993) ha estimado que el ritmo anual de establecimiento de plantaciones forestales es de 2,6 millones de hectáreas en los trópicos, lo que es muy inferior al de las zonas templadas donde se ha estimado en alrededor de 10 millones de hectáreas (Mather, 1990). Países como Indonesia y Chile han establecido plantaciones forestales por conversión de bosques naturales, mientras que en Nueva Zelandia y Portugal, el establecimiento de plantaciones se ha desplazado completamente a sitios anteriormente usados para la agricultura (Kanowski, 1997).
Siendo que la principal función de las plantaciones forestales es la de producir madera, éstas pueden ser desarrolladas de modo que desempeñen un papel más significativo en el medio ambiente global. El mundo se enfrenta a problemas de degradación de los suelos. Hay actualmente millones de hectáreas de tierras degradadas en todo el mundo. La única actividad que puede desarrollarse dentro de una superficie de esta magnitud es la plantación forestal y el cultivo de árboles. Se trata de una oportunidad importante para la silvicultura y la profesión forestal de crear un impacto sobre el ambiente global así como de aportar un recurso renovable muy necesario para el futuro. El autor espera que la FAO y la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT) se pongan a la cabeza de un programa de deforestación masiva de las tierras degradadas del mundo durante los próximos veinte años, con el objetivo de asegurar que al menos el 75 por ciento de las tierras degradadas en todo el mundo serán cubiertas con árboles para el año 2020. Estas dos organizaciones internacionales deberían aunar sus fuerzas para movilizar todos los recursos disponibles hacia el logro de este objetivo.

Al margen de «reverdecer» el planeta, las plantaciones forestales pueden desempeñar un papel muy importante en la retención del carbono y en apoyo de los esfuerzos globales para resolver los problemas del efecto invernadero y del cambio climático.

Productos y servicios no madereros

Los productos forestales no madereros, tal como fueron definidos por Wickens (1994) remiten a bienes y servicios destinados al mercado o a la subsistencia, para el consumo humano o industrial, obtenidos de recursos forestales renovables y que son un punto de apoyo para aumentar los ingresos domésticos reales y el empleo. Estos productos incluyen el uso de las plantas para alimentos, bebidas, forraje, combustible y medicina; y el uso de pájaros y peces y otros animales para alimentación, pieles y cuero, y los servicios de la tierra para conservación y recreación.
Los productos forestales no madereros, o productos forestales menores proporcionan múltiples bienes útiles para la humanidad. A menudo se los considera como subproductos y el valor económico potencial (monetario o en términos de utilización) es habitualmente desconocido o inapreciado por los gestores forestales. El alto ritmo de desaparición de la vegetación tropical ha hecho que se estudie con más detalle el potencial de los bosques como una fuente de productos forestales menores, porque éstos también pueden aportar ingresos en dinero y valores intangibles. Los gestores forestales, en particular, deberían tratar de incrementar la productividad de los bosques en este tipo de productos y, al mismo tiempo, continuar aportando productos y servicios esenciales a la humanidad.
La cosecha, procesamiento y mercadeo de bienes no madereros para la producción local y las industrias de pequeña escala o para los mercados internacionales, pueden crear empleos, ya que la mayor parte de los procesos son intensivos en mano de obra. El empleo en estas industrias puede generar ingresos significativos a los recolectores y procesadores locales. En Belize, Balick y Mendelsohn (1992) encontraron que las plantas medicinales tradicionales permiten a los hombres de la selva o recolectores obtener ingresos dos a diez veces más altos que las ganancias de los agricultores. Según el IEA (1989) el ingreso anual medio de una familia en Xapuri, Brasil, por la extracción de goma y frutos para las comunidades locales era de 960 dólares. Si se combinara este ingreso con otras actividades no monetizadas, como la pesca y la caza, el ingreso total podría llegar hasta los 1 500 dólares anuales por familia. Esto es el doble de las ganancias de la población común en la región septentrional de Brasil.
Los productos forestales no madereros pueden ser también un importante capítulo del comercio exterior; dichos productos han entrado en el mercado internacional y son gravados y registrados. Por ejemplo, el 40 por ciento de los ingresos totales del Departamento Forestal de la India en los años noventa fueron recaudados gracias a los productos forestales no madereros (Mukerji, 1994). En Malasia, hubo un incremento del 480 por ciento en los ingresos por exportaciones de productos forestales no madereros entre 1986 y 1988. Y entre 1982 y 1987, los ingresos por el mismo concepto de Tailandia aumentaron un 81 por ciento (de Beer y McDermott, 1989).
En la región Asia y el Pacífico, el retén, procedente de bosques naturales, es el principal producto forestal después de la madera. Su cultivo ha demostrado ser rentable tanto para los pequeños propietarios como para los propietarios de plantaciones en Indonesia y Malasia. Cada mes, el valor bruto total del retén puede llegar a 2 millones de dólares EE.UU. en Malasia peninsular. Este valor puede aumentar entre 21 y 25 veces si el retén es procesado como muebles o encordados (Abd. Latif 1989; Aminuddin y Abd. Latif, 1996).
Muchas otras especies de plantas son ampliamente utilizadas en industrias de tipo artesanal: bambú, kapok y otras especies de palmeras utilizadas también como alimento, envoltorios, cestas, trampas para pescar y esteras (Pearce, 1989). El bambú normalmente se produce en pequeñas cantidades en sitios perturbados. La producción de bambú es actualmente de más de 10 millones de toneladas anuales (Sharma, 1980). En la India, se estima que unas 2 millones de toneladas (peso en seco) de bambú suministran 600 000 toneladas de pasta de papel cada año (Lessard y Chouinard, 1980). Abdul Razak y Abd. Latif (1988) estimaron que el bambú cubría una superficie de unas 320 000 hectáreas en Malasia peninsular, con una existencia en pie estimada en torno a los 7 millones de toneladas. El mercado local para productos de bambú en Malasia peninsular representa un valor de 1,2 millones de dólares EE.UU. anualmente (Aminuddin y Abd.Latif, 1996). En Sarawak, las esteras y cestas trenzadas localmente se han hecho populares entre los turistas (Pearce, 1989). Las orquídeas y sarracenias son especialmente apreciadas en Malasia. Las sarracenias, como laNepenthes rajah, que puede cotizarse hasta en 1 000 dólares por planta en los mercados extranjeros, sólo puede hallarse en las montañas de Sabah y Sarawak, y algunos recolectores emplean helicópteros para llegar a picos remotos (Briggs, 1985).

Los productos no madereros pueden ser un sustituto potencial para los combustibles fósiles. El tronco de Coparifera langsdorfii, una leguminosa arbórea del Amazonas, produce un aceite inflamable que es extraído y usado localmente en reemplazo del kerosene (Whitmore, 1990).
Durante milenios, el bosque ha sido la fuente principal para cubrir las necesidades medicinales del hombre. Este es un hecho bien documentado en numerosas publicaciones antiguas que detallan el uso de varias partes de las plantas para muchas dolencias (Burkill, 1966). La demanda de productos medicinales sigue siendo fuerte y estable en muchos países, especialmente en los países en desarrollo, donde hasta el 80 por ciento de la población continúa dependiendo de los remedios tradicionales, según la Organización Mundial de la Salud (1977).
Los bosques son un almacén bioquímico. Un gran número de productos químicos están presentes en varias partes de las plantas. La lignina es utilizada para la fabricación de plásticos, resinas por intercambio jónico, estabilizadores del suelo, refuerzo del caucho, fertilizantes, vainillina, agentes curtientes, estabilizadores de las emulsiones asfálticas y dispersantes para la perforación petrolera y el procesamiento de la cerámica. La celulosa puede utilizarse para el rayón y plásticos, y como materia prima para la hidrólisis del azúcar que, si se añade levadura, puede convertirse en alcohol y en proteínas comestibles (Whitmore 1990). Un buen ejemplo es el látex del árbol del caucho, que es de gran importancia comercial. En el pasado, la madera de Caesalpinia sappan fue usada en Malasia para producir un tinte rojo. La Rhizophora mucronata, que tiene un alto porcentaje de tanino en la madera, es usada en la industria de la curtiembre (Burkill 1966). Los pobladores de las selvas amazónicas usan árboles de Copaifera spp., Couma spp. y Manilkara spp. para producir resinas comerciales o aceites resinosos (Dubois, 1996). A escala industrial, el aceite extraído de la pepita de la palma babassu (Attalea speciosa) es usado para fabricar jabón y margarina (Balick, 1988). Una situación similar se produce con la meliao neem (Azadirachta indica) en la India (Tewari, 1992). Látex, resinas, cosméticos, condimentos y otros productos bioquímicos que son explotados por sus propiedades químicas exclusivas, pueden ofrecer un alto potencial de valor añadido cuando se los recolecta y procesa en estado silvestre. Sin embargo, una vez que su valor en el mercado internacional supera un cierto umbral, la industria de los países desarrollados probablemente los reemplazará por sustitutos sintéticos, como ya ocurriera con los tintes naturales extraídos de Caesalpinia sappan (Burkill, 1966).
La fauna es otro producto forestal no maderero. Animales salvajes, aves, peces, reptiles e insectos son un componente esencial de las economías locales y poseen un alto potencial por su valor para la caza y la alimentación así como pieles que despiertan gran interés comercial.


En Tailandia, más del 60 por ciento de la población rural depende de los peces como su principal fuente de proteínas animales (Brennan, 1981). Pierret y Dourojeanni (1966) informaban que a pesar de la disponibilidad de ganado y de cerdos domésticos, la dieta de las poblaciones rurales del Amazonas está constituida en un 85 por ciento por pescado y carne silvestre (pecarí, venado y tapir).
El turismo es también una fuente de ingresos importantes, especialmente para los países de la sabana africana. Kenya recauda anualmente entre 350 y 450 millones de dólares gracias a la industria del turismo (Dixon y Sherman, 1990). El turismo orientado a la naturaleza en Costa Rica genera entre 3 y 10 millones de dólares anuales (Laarman, 1987). Sólo las entradas a los parques pueden generar 200 000 dólares anuales para la economía de Rwanda (Weber y Vedder, 1984).
Sin embargo, aún queda mucho por hacer para desarrollar el potencial de los productos no madereros de una manera económica sostenible, de modo que puedan jugar un papel a largo plazo en la vida económica de la población rural. Casi todos los recursos son recogidos de la naturaleza y no hay seguridad de suministro, ni control sobre la calidad. Con la disminución y degradación de los bosques, los problemas de un abasto continuado de productos forestales no madereros se hacen reales. Por otra parte, hay muy poco conocimiento científico generado a través de investigaciones sobre la biología, la fisiología y la genética de estos recursos. La iniciativa del Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo (CIID) de Canadá, de promover la invesrtigación y el desarrollo del bambú y el retén es elogiable y su esfuerzo ha culminado con la formación de la Red internacional del bambú y el rotén.
El bambú y el retén son los únicos productos forestales no madereros que cuentan con una institución internacional dedicada a ellos.
Una estrategia internacional global debería desarrollarse y los recursos reorientarse desde programas menos relevantes o menos urgentes. La primera tarea urgente es asegurar que los recursos no se extinguirán. Una iniciativa concertada debería lanzarse para identificar los recursos que están en peligro debido al exceso de uso o la destrucción del ecosistema, y consecuentemente debería desarrollarse un programa de conservación.
La segunda tarea urgente es identificar las áreas potenciales para desarrollar programas dedicados. Por ejemplo, el mundo necesitará encontrar un combustible económico, renovable y respetuoso con el medio ambiente para sustituir los combustibles fósiles. Es, por supuesto, una estrategia de largo alcance. Mientras que Malasia ha tenido éxito con sus productos a partir del aceite de palmera para motores de automóvil, los potenciales de otras alternativas, como laCopateira langsdorfii del Amazonas, deben ser investigados.
Finalmente, está el área de investigación y desarrollo. La investigación y la ciencia forestales van muy rezagadas en comparación a otras disciplinas. La tecnología de la información y la ciencia de la electrónica se han desarrollado mucho durante las últimas décadas, y también las ciencias agrícolas han progresado significativamente. El Centro Internacional de Investigación en Agroforestería (ICRAF) y el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR) son ahora miembros del Grupo Consultivo sobre la Investigación Agrícola Internacional (GCIAI), pero hay un retraso de 20 años respecto al Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz (IRRI) y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y otras instituciones internacionales que se ocupan de la investigación agrícola. En términos financieros y de mano de obra entrenada, la investigación forestal está lejos del nivel de la agrícola. La misma falta de apoyo se refleja en los programas nacionales de todo el mundo y en la propensión a reducir los programas forestales en los países desarrollados, lo que sin duda es un motivo de preocupación
Por ello, en tanto que los productos forestales no madereros pueden ser la clave de la supervivencia de la silvicultura como una disciplina y como una profesión, hay todavía mucho que hacer en la comprensión de los sistemas de producción de esos productos. Hasta que sean bien comprendidos, hay pocas probabilidades de que su pleno potencial llegue a ser apreciado.

Conclusiones

El mundo está agobiado por muchos problemas, de los que el medio ambiente no es el menor. La Cumbre sobre la Tierra Más Cinco, que se ha celebrado en Nueva York en junio de 1997, no ha dado lugar a muchas esperanzas, por el escaso compromiso de los líderes mundiales de tomar los problemas en sus manos. Sin embargo, en tanto los líderes políticos no den bases para la esperanza, los profesionales y los gestores de recursos naturales deben hacer el máximo para empeñarse ocupándose de los problemas.
Los recursos financieros son una necesidad para atender muchos de los problemas globales, y los forestales profesionales pueden contribuir a la solución de estos problemas. Por ejemplo, se puede asegurar que las operaciones de corta provoquen un perjuicio mínimo a los bosques, haciendo cumplir las reglas y regulaciones. Se puede promover la plantación de árboles la gestión sostenible del recurso y la conciencia ambiental entre el público, y brindar apoyo a las ONG para lanzar los programas ambientales.
Sin embargo, lo fundamental para que esos esfuerzos tengan éxito es la comprensión de las funciones de los varios componentes del bosque. Aunque ya existe un conocimiento adecuado para llevar adelante programas de acción, mucho más debe descubrirse. La necesidad de investigación adicional y de una mayor comprensión de los recursos, los ecosistemas y los vínculos entre ellos es urgente. Recursos financieros y humanos más importantes deberán ser aplicados a este esfuerzo. A menos que exista un compromiso total de todas las partes, hay muy pocas esperanzas de maximizar los beneficios de los bosques tropicales y de asegurar la sostenibilidad a largo plazo de este recurso importante y único.

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La contribución económica de la silvicultura al desarrollo sostenible

M. Simula
Markku Simula es Profesor Asociado de Economía Forestal de la Universidad de Helsinki, Finlandia.
Adaptación de la memoria general preparada para el XI Congreso Forestal Mundial, sobre el tema «La contribución económica de la actividad forestal al desarrollo sostenible».

Macroeconomía y silvicultura

La contribución sectorial de la silvicultura puede medirse según los indicadores tradicionales como una cuota del PIB, su efecto sobre la balanza de pagos o sobre los ingresos por exportación, la producción industrial, el empleo o la generación de renta. Los actuales sistemas de contabilidad nacional, especialmente en los países en desarrollo, tienden a dejar de lado una parte significativa de la contribución sectorial al PIB y otros indicadores emparentados, a la vez que excluyen los cambios en los suministros físicos (Gregersen et al., 1997; Poschen, 1997). Esto menoscaba el papel de la silvicultura en el desarrollo, en las decisiones políticas y en la asignación de recursos.
Un esfuerzo sustancial se ha hecho para estimar los vínculos ascendentes y descendentes de las industrias forestales para completar la cuantificación de los impactos sectoriales en una economía nacional o regional. El tradicional análisis hirschmaniano falla, sin embargo, cuando se trata de contabilizar los efectos generados a través de los agregados de consumo y renta finales. Haltia (1994) ha demostrado que esos efectos pueden ser significativos, haciendo notar que tal análisis debería ocuparse también la eficiencia y las ventajas comparativas.
Además de la cuantificación de efectos múltiples, deberían conocerse los mecanismos de encadenamiento. El análisis de conglomerados (Portar, 1990) identifica estos mecanismos como un instrumento útil que aporta orientación directa a las decisiones políticas. El ejemplo de Finlandia es relevante en este caso, porque sólo el mencionado análisis ha revelado la importancia estratégica del sector forestal para el desarrollo nacional, considerando no sólo la oferta de insumos intermedios sino también la tecnología y otros efectos secundarios. Las políticas que promueven la silvicultura y las industrias forestales deberían considerar también qué opciones de desarrollo ofrecen por sí mismas las actividades económicas que las soportan (tecnologías básicas y relacionadas, pericia, logística, etc.) y como instrumentos para mejorar la competitividad del sector forestal.

El crecimiento económico puede tener dos fuentes: crecimiento extensivo a través de un uso ampliado de los recursos, y crecimiento intensivo a través de un uso más eficiente de los recursos. Cuanto más alto es el nivel de desarrollo, más grande será la cuota del crecimiento total que proceda de la segunda fuente como resultado de un aumento de la productividad. Las pasadas estrategias de desarrollo en el sector forestal probablemente han estado sesgadas hacia el crecimiento extensivo.
La productividad ha merecido mucha atención como el medio para maximizar el producto físico de madera por hectárea o el consumo unitario de factores de producción tales como la materia prima o la mano de obra. Se han llevado a cabo bastantes investigaciones sobre la productividad en las industrias forestales (CEPE/FAO, 1993) pero se ha prestado escasa atención a este tópico en la silvicultura, donde hay un buen número de problemas que deben ser resueltos debido al desfase de tiempo entre productos e insumos en la silvicultura (Castren y Simula, 1995).
Es preciso observar algunos de los vínculos que relacionan la macroeconomía y el medio ambiente. La macroeconomía influye sobre la silvicultura de varias maneras. La estabilidad macroeconómica crea las condiciones necesarias para la conservación forestal. La inestabilidad se caracteriza, típicamente, por altas tasas de inflación, grandes déficit fiscales y elevado desempleo. Todo ello tiende a ser un obstáculo a la inversión en silvicultura (especialmente cuando se trata de largos períodos de gestación) y crea perversos incentivos a un exceso de utilización de los recursos forestales. La degradación de los bosques es primariamente causada por los fallos del mercado y de la política (Repetto, 1990). Los fallos del mercado surgen cuando no hay mecanismos explícitos para tomar en cuenta los costes sociales y ambientales en las decisiones privadas, mientras que los fallos de la política se deben al hecho de que los gobiernos no son capaces de obtener una renta adecuada por el uso de los bosques, que debería reflejar su auténtico valor para la sociedad. Estos problemas deben ser abordados a través de políticas sectoriales que estén sujetas a macropolíticas conducentes.
Las prácticas forestales no sostenibles tienen efectos macroeconómicos negativos a largo plazo. Los efectos de la degradación de los recursos forestales, de la erosión del suelo o de la ruptura del ciclo del agua, son graduales. Por lo tanto, tienden a ser ignorados en las decisiones macroeconómicas. Las políticas macroeconómicas tienden a carecer de una visión a largo plazo que ponga el acento en las soluciones para los problemas urgentes a corto plazo. A largo plazo, el resultado de este enfoque puede ser una situación en la que las condiciones biofísicas ya no ofrecen una base adecuada para el desarrollo sostenible. En el extremo, el resultado es una creciente migración de los refugiados ambientales y económicos, con trágicas consecuencias.
Los impactos ambientales de las políticas macroeconómicas, particularmente de los programas de ajuste estructural, han sido muy debatidos. Aun cuando la estabilidad macroeconómica crea las precondiciones necesarias para las inversiones forestales, se han expresado temores acerca de la posible contribución de esos programas a la deforestación y al uso excesivo de recursos forestales, en ausencia de salvaguardas adecuadas. La liberalización del mercado, que no está acompañada por una corrección del mercado sectorial, y los fracasos políticos implican el riesgo de conducir a prácticas de explotación sin prestar la debida atención a los impactos ambientales.
Es difícil -si no imposible en los países en desarrollo- imponer límites ambientales a las políticas macroeconómicas. Esto cambiará a largo plazo, pero entretanto debería aplicarse un enfoque bajo el cual los posibles impactos negativos de las políticas macroeconómicas sobre el medio ambiente y los recursos naturales sean medidos a través de indicadores apropiados, incorporando la consideración de la sostenibilidad. Esto invita a revisar los procedimientos contables y a valorar económicamente los recursos no comercializados (Pearce y Hamilton, 1995).
Sólo a través de una comprensión de los vínculos entre macroeconomía y silvicultura se puede esperar que los temas sectoriales sean debidamente considerados en el más alto nivel de decisión política. Es preciso ir más lejos en la investigación de esta área, que tradicionalmente ha sido mantenida al margen de la corriente principal de la economía, por un lado, y más allá de los límites de la economía forestal tradicional, confinada en los temas sectoriales, por otro lado.
Empleo forestal
Las fuentes de empleo en la actividad forestal son diversas y sólo una parte de ellas son usualmente tomadas en cuenta (Poschen, 1997). Algunos nuevos servicios, como por ejemplo el turismo, ofrecen fuentes de empleo forestal, pero el mayor volumen corresponde a las actividades productivas tradicionales.
En la silvicultura y en las industrias forestales, el desarrollo tecnológico ha tenido tendencia al ahorro de mano de obra, debido a la mecanización y la automatización. El rápido aumento en la productividad del trabajo ha traído como consecuencia una reducción del empleo, mientras la productividad crecía más rápidamente que el volumen de producto. Esta situación, común en muchos países, subraya las dificultades prácticas de aplicar el concepto de sostenibilidad: el empleo sectorial debe ser sacrificado para asegurar la producción sostenible, que debe ser competitiva. El problema de las compensaciones en la aplicación de la sostenibilidad no está limitado por el peso relativo de los valores económicos, sociales y ambientales sino que se manifiesta también dentro de varios tipos de valores. Hay claras limitaciones en la definición de objetivos específicos de empleo.
Un cuidado particular es preciso una vez que la tecnología ha sido escogida y los salarios se han fijado, en la mayoría de las inversiones totalmente nuevas como en la industria de la pasta y del papel. Si en una región se ofrecen aumentos sustanciales de salario para atraer fuerza de trabajo, tales aumentos pueden tener consecuencias negativas. Los salarios artificialmente altos estimulan prematuramente la introducción de sistemas mecanizados de cosecha y, por tanto, dan como resultado una reducción de la mano de obra. Si los aumentos salariales se difunden fácilmente en una región se provocan presiones sobre otras organizaciones que ofrecen empleo similar.
El reconocimiento de que el personal es el recurso más importante en una organización requiere que se eviten las bruscas reducciones de empleo, o que en todo caso se combinen con arreglos para crear empleos alternativos dentro o fuera de la organización.
Valoración de los bosques
La subvaloración de los bienes y servicios forestales y de otros atributos de los bosques (entre ellos los beneficios al margen del mercado) ha sido reconocida como uno de los grandes problemas para la ordenación forestal sostenible (IPF, 1997). La valoración es continuamente practicada en la toma de decisiones sobre gestión forestal, pero una gran parte de ella es implícita, opaca y sesgada.

La teoría sobre los valores relativos a la naturaleza y los recursos naturales es amplia, y sus varias dimensiones reclaman un reconocimiento completo. Las decisiones sobre el uso de los recursos naturales son políticas, e implican hacer un juicio entre diferentes valores; sólo después de esta optimación pueden ponerse en práctica (en términos económicos). Los sistemas de valores introducen una distinción entre valor intrínseco, en el que algunos aspectos (naturaleza, especies) pesan por derecho propio; y valor instrumental, cuya utilidad reside en satisfacer ciertas necesidades (por ejemplo, el bienestar económico) (Norton, 1987). Por cuanto la biodiversidad sirve a necesidades humanas, su conservación se justifica fácilmente, pero la cuestión fundamental es si algunas otras especies, además del Homo sapiens poseen valor intrínseco. Esta cuestión filosófica está fuera del alcance de la gestión forestal, pero ciertamente la respuesta tiene influencia sobre las normas de la gestión forestal.
Entre los valores instrumentales, un objeto tiene «valor de demanda» si puede aportar satisfacción a alguna preferencia y si su valor puede derivarse de la intensidad de esa preferencia. El objeto tiene «valor transformativo», opuesto al valor de demanda, si ofrece la ocasión de examinar o alterar una preferencia, en lugar de limitarse a satisfacerla. Los valores transformativos se derivan de que algunas preferencias son mejores que otras, y de que los valores y preferencias de los individuos son alterados por la experiencia (Norton, 1987).
Los ecologistas radicales legitiman su no antropocentrismo basándose sobre los valores intrínsecos (Ferry, 1992). Está más allá del alcance de este documento explorar los cimientos filosóficos «derecho de los árboles». No obstante, cualquiera que sea el punto de vista adoptado, la naturaleza no está exenta de valor y, aunque no es un sujeto legal, tenemos deberes hacia ella.
La naturaleza dinámica de los valores necesita reconocimiento. En las sociedades de baja renta, que tienen como meta la modernización, se enfatizan los aspectos económicos pero, a medida que se asciende en los niveles de renta, empiezan a considerarse los aspectos culturales, ambientales y otros no económicos.
Los métodos de valoración en silvicultura han constituido el tema principal de un serio esfuerzo de investigación, lo que pone de relieve que se trata de una de las lagunas clave en la toma de decisiones (IPF, 1997). El trabajo se ha centrado casi exclusivamente en la expresión de varios valores de demanda en términos económicos (Gregersen et al., 1995; Kengen, 1997). Uno de los propósitos principales de los procesos de valoración ha sido el facilitar las decisiones, para hacer que los valores de demanda actúen como señales para los agentes económicos (propietarios y gestores de los bosques, industria, etc). Como apuntan Gregersen et al., (1997), tres medidas de valores económicos son aplicadas generalmente (precios de mercado, sucedáneos y una hipótetica medida de valor), pero sigue sin aclararse hasta qué punto esa información -que suele ser el resultado de largos estudios es efectivamente utilizada. La obvia limitación es que los valores no son reconocidos si sus respectivos beneficios no se realizan. Las compensaciones no funcionan si no son objeto de comercio. La estimación del valor es sólo el primer paso y debe ser seguido por mecanismos que permitan integrar la información en las decisiones políticas y de gestión. Kengen (1997) observa que la credibilidad de las estimaciones puede ser la principal razón por la que la información sobre el valor no es mejor utilizada. Esto, probablemente, está vinculado con la complejidad de las metodologías y la falta de reconocimiento de las limitaciones conceptuales de las estimaciones de valor. Por otro lado, los economistas deben ser conscientes del hecho de que hay valores no económicos que nunca pueden expresarse en términos económicos. En consecuencia, las decisiones estarán siempre basadas sobre criterios múltiples.

Hay otro problema relacionado con la especificación de la función de producción de la gestión forestal. La optimación debería llevarse a cabo idealmente dentro del contexto de los múltiples beneficios, que requiere conocer las compensaciones y valorar esos beneficios con una común unidad de medida. Los problemas aparecen en ambos aspectos. Es imposible trazar curvas de compensación para todos los productos, debido a la escasez de conocimiento, en especial sobre la biodiversidad. Cuando algunos productos son más fáciles de valorar en términos económicos que otros, su papel en el análisis se hace fácilmente excesivo.
Un enfoque pragmático podría ser el siguiente: evaluación de los beneficios y costes de aquellos productos que pueden ser convertidos a unidades monetarias; definición de un umbral mínimo alternativo como valores para otros productos; gestión; y, finalmente, juicio de valor entre las opciones considerando el principio de la precaución. Un análisis de impacto que considere los aspectos económicos, sociales y ambientales, debería ser suficiente para que los responsables de tomar la decisión puedan escoger entre las opciones de desarrollo.
Debe darse la prioridad al uso de la información sobre el valor del bosque derivado de los métodos existentes, con énfasis en cómo esos valores pueden orientar la toma de decisiones a varios niveles. Además, hay necesidad de desarrollar orientaciones sobre cómo tratar los valores no económicos. El IPF (1997) sugiere la adopción de nuevas metodologías de valoración, que deberían tomar en cuenta los siguientes criterios: neutralidad y validez científica, aplicabilidad práctica, simplicidad y claridad, buena relación coste/beneficio, multidisciplinariedad, orientación hacia los bienes y servicios no mercadeables.
Políticas económicas nacionales que afectan la ordenación forestal sostenible
La gama de instrumentos de política económica que influyen sobre la silvicultura es amplia, y abarca los macroeconómicos y los sectoriales. Esta sección, pone de relieve las políticas que pueden influir directamente sobre la gestión forestal, tomando en cuenta el hecho de que esas políticas pueden resultar ineficaces sin un adecuado marco macroeconómico o sin una política sectorial con amplitud de miras, que siente las necesarias precondiciones para una política forestal factible.
Limitaciones de las políticas nacionales. Las políticas tienden a ser consideradas en un contexto nacional 0 internacional. Sin embargo, influyen sobre el comportamiento de las empresas y de los productores, y de este modo afectan a la comunidad local. Los objetivos a nivel de la empresa, la comunidad local, la nación y la comunidad global no siempre coinciden, como se ilustra en el recuadro, pág. 52. El propósito de las políticas es influir sobre los agentes económicos para que sus comportamientos den como resultado el logro de objetivos sectoriales a nivel nacional. Hay, sin embargo, un conflicto de intereses que no se limita al que enfrenta a los sectores público y privado, y hay impactos a corto y largo plazo. Cuando el sector privado tiene que hacer sacrificios, las comunidades locales sufren por ello. Las prioridades de la conservación del medio ambiente a los niveles nacional y local pueden ser diferentes. Faltan enfoques claros acerca de cómo abordar estas situaciones, en las que los intereses locales y nacionales, privados y públicos, difieren significativamente.
El proceso participativo para desarrollar la coherencia en los objetivos entre varias partes interesadas es, probablemente, uno de los métodos más pragmáticos y eficientes para lograr un equilibrio entre objetivos conflictivos. Los programas forestales nacionales (FAO, 1996) y enfoques similares para la planificación del uso de la tierra a nivel local, son instrumentos útiles para dar respuesta a este tema.
Privatización de los bosques y gestión forestal. Está muy extendida la idea de que el gobierno, debido a su debilidad estructural inherente, es generalmente un mal gestor operativo de las tierras forestales en los países en desarrollo. En los países desarrollados la gestión gubernamental puede dar buenos resultados pero a costes muy altos. En los países en transición, la privatización está ligada al cambio del sistema político y a la restitución de antiguos derechos de propiedad. El cambio a la economía de mercado en los países en desarrollo ha sido, con frecuencia, dictado por los programas de ajuste estructural. Se ha llegado a la conclusión de que el sector público debería concentrarse en las actividades normativas y en facilitar la actuación de los sectores no gubernamentales (Oksanen et al., 1994).

Matriz de objetivos posibles
NIVEL DE DECISIONCORTO PLAZOLARGO PLAZO
Empresa
· Silvicultura
· Industria forestal
Rentabilidad
Liquidez
Suministro sostenible de materia prima
Competitividad
Comunidad local
· Proprietarios forestales, agricultores
· Empleadores
· Contratista
· Otros
Empleo e ingresos locales
Tributación
Desarrollo comunitario
Evitación de riesgo de desempleo
Generación de renta
Mantenimiento de valores y derechos culturales y tradicionales
Conservación ambiental
NaciónEstabilidad macroeconómica
Prevención de la contaminación
Desarrollo sostenible
· económico
· social
· ambiental
Comunidad localPaz
Nutrición
Conservación del medio ambiente y de los bienes comunes globales
La gestión forestal debe ahora cumplir con objetivos ambientales y sociales. La administración pública cuenta con cada vez menos recursos para ocuparse de la gestión del sector, en este marco amplio.
Como resultado de ello, la intervención directa del sector público ha dejado paso a los instrumentos políticos orientados al comportamiento del sector privado. Los crecientes requerimientos ambientales que se hacen sentir sobre la silvicultura significan, en la práctica, que los propietarios forestales privados producen más bienes públicos que en el pasado ya que no hay compensación por los esfuerzos extras.
Los procesos de privatización en los países en transición han evidenciado la complejidad de establecer un nuevo marco institucional, nuevas capacidades y una nueva cultura económica (Csóka, 1997).
Reconociendo su debilidad como gestores forestales dentro de los apremios presupuestarios, algunos gobiernos han puesto en marcha formas de asociación con las comunidades locales, que están dando resultados prometedores, con beneficios para ambas partes (Lynch y Talbot, 1995). En muchos casos, esos arreglos pueden ser el único enfoque factible para lograr la ordenación forestal sostenible.
Asignación de derechos de concesión y apreciación de los bosques. En muchos países, la asignación de derechos sobre las tierras forestales es tarea del gobierno y los intereses comerciales a gran escala tienden a dominar las decisiones fuera de las áreas que se destinan a las comunidades locales. Hasta el 90 por ciento de la madera industrial se cosecha bajo régimen de concesión, por los cuales el gobierno, como propietario de los recursos forestales concede el derecho a explotar y gestionar un área específica (Douglas y Magrath, 1996). Es esencial que esas concesiones se distribuyan conforme a procedimientos y términos que promuevan la ordenación forestal sostenible y aporten una contribución económica al desarrollo global.
La subasta a largo plazo, y los derechos transferibles con las necesarias salvaguardas (controles, condiciones de rendimiento, etc.) han sido propuestos como una manera transparente de obtener la mayor cuota posible de la rentabilidad económica de los bosques, eliminar las irregularidades en los procedimientos de concesión, y aportar las precondiciones necesarias a la ordenación forestal sostenible. Debería haber un mercado competitivo de subastas, adecuada información sobre el recurso y capacidad institucional para gestionar el sistema. La experiencia indica que estas precondiciones sólo se cumplen en algunos países en desarrollo y, en consecuencia, deben mantenerse abiertas otras opciones, como los procedimientos de regulación. Los análisis pasados y las orientaciones políticas sobre derechos de concesión y apreciación del recurso forestal puede que no hayan considerado cabalmente los aspectos estructurales de la demanda en el mercado de madera en pie y las consecuencias socioeconómicas de las propuestas políticas, para hacerlas más aceptables por los gobiernos.
Desde el punto de vista de la ordenación sostenible, una elevada captura de renta no es suficiente, por lo que deben ponerse en práctica mecanismos para reinvertir suficientes recursos en la silvicultura. Desde el punto de vista de la industria, los gobiernos puede que no hayan considerado adecuadamente el alto riesgo que implica cualquier inversión en los bosques tropicales, que no se limita al sector privado. Los gobiernos han insistido en la transparencia acerca de la información financiera de parte de la industria para permitir el ajuste de los precios administrativos. Debido a la integración financiera del comercio y la industria en una única rama, es probable que este problema pudiera resolverse mediante el seguimiento de los mercados mundiales y a través de estudios especiales.
Industrialización forestal
Crecientes necesidades materiales. El papel esencial que desempeñan los bosques en la satisfacción de necesidades materiales tiende a ser minimizado en el debate internacional, que se ha centrado en las preocupaciones ambientales. El consumo de productos forestales es atacado porque se lo percibe como una contribución a la destrucción de recursos.
Los sectores competidores están promoviendo sus productos sustitutivos, que no implican la tala de árboles. Esto ocurre sin que se sepa si los cambios en las pautas de consumo representan una contribución positiva o negativa al desarrollo sostenible. El dilema es serio, porque son los mercados los que crean el valor para los productos forestales y dan una justificación directa a los gestores para la conservación de los recursos. Tradicionalmente, los mercados han sido considerados como si fueran creados por los gestores forestales, más allá del alcance de su influencia real. Este punto de vista, sin embargo, debería cambiar (Juslin y Lintu, 1997). El papel del mercado como contribución a la ordenación forestal sostenible ofrece todavía posibilidades inexploradas.
Los estudios de perspectiva revelan que la demanda de productos forestales continuará creciendo, si bien más lentamente que en el pasado, y bajo incertidumbres sobre las futuras fuerzas motrices del mercado (Brooks, 1997). Al mismo tiempo, la composición de la demanda mundial por producto y por región geográfica cambiará debido al crecimiento económico, especialmente en Asia, y a los desarrollos tecnológicos.
Los bosques del mundo son biológicamente capaces de suministrar la cantidad y el tipo de madera que serán necesarios en el futuro, pero es preciso asegurar la disponibilidad de mercancías y servicios de origen forestal (Solberg, 1996). A pesar de este escenario que sugiere la inexistencia de una crisis global en la oferta de madera, muchas áreas seguirán sufriendo escasez o déficit, por cuanto su bajo poder adquisitivo no les permite gastar en sustitutos. Se observará una tendencia a una mayor destrucción de los recursos forestales remanentes en esas áreas.


Globalización y sostenibilidad. En el sector forestal, la «globalización» no está vinculada solamente a la dependencia comercial y a los problemas de suministro local, puesto que también este sector está bajo la influencia de la liberalización de los mercados de capitales y las cambiantes pautas de propiedad en las industrias de la rama forestal. La comercialización de tecnología y el ritmo acelerado que lleva el progreso técnico y su diseminación son otros factores importantes. Los flujos internacionales de capital buscan eficientemente los mayores retornos a corto plazo. El rendimiento financiero es recompensado con el acceso a nuevos fondos en condiciones favorables, mientras otros criterios, como los impactos ambiental y social, son principalmente considerados en el contexto de cumplir con las regulaciones gubernamentales y el análisis de riesgo (por ejemplo la publicidad negativa del descontento laboral). Los mercados internacionales de capitales han comenzado a reconocer el potencial que ofrecen las inversiones forestales, y sus especiales características. Su percepción es la de una oportunidad de riesgo relativamente bajo, con tasas positivas de retorno que complementan sus carteras tradicionales. Sin embargo, es preciso educar a los mercados internacionales de capitales en los requerimientos específicos de la explotación forestal sostenible, y se necesita diseñar nuevos instrumentos de financiación para rebajar el riesgo de la inversión (Crossley et al., 1996).
Las cambiantes pautas de propiedad se caracterizan por una mayor concentración debida a las fusiones y absorciones en la industria papelera, y la expansión de las compañías asiáticas hacia Africa y América Latina en la extracción y procesamiento mecánico de la madera, Pero además nuevos y poderosos grupos de la industria de la pasta y el papel han surgido en Asia, y gracias a sus bajos costes de producción son altamente competitivos. Las restricciones locales en el suministro de madera dejan a la industria pocas opciones aparte de la expansión fuera de sus fronteras, un fenómeno que se observa entre las empresas europeas, norteamericanas y japonesas. Cubrir la demanda futura de productos forestales en China, India y otros países asiáticos que son importadores netos será la fuerza más dinámica en la industria a medio plazo.
La globalización es, al mismo tiempo, una oportunidad y un desafío para el sector forestal. Teóricamente, ofrece ganancias de eficiencia, de modo que permite a la industria asumir mejor sus responsabilidades ambientales y sociales. El crecimiento económico y los altos ingresos podrían ayudar a los países a cuidar mejor sus propios recursos naturales. El fácil acceso a los mercados globales también llevará a la industria a maximizar los retornos que puede obtener gracias a las economías de escala. Esto significa que hay menos unidades de producción pero que son más vulnerables a las perturbaciones externas.
El proceso de globalización invita a una creciente armonización de las políticas que regulan la gestión forestal. Esto está, por otra parte, en el interés a largo plazo de las compañías industriales responsables, que operan a escala internacional. Sin embargo, la industria, con su perspectiva de maximización de beneficios a corto plazo, se ha convertido en el más poderoso grupo de presión contra el marco normativo internacional y la ordenación forestal sostenible. La implementación de sistemas de gestión de la calidad y su normalización (estándares ISO 9000 y 14000) es un paso hacia mejores sistemas de gestión, pero se necesita un marco común para el desempeño ambiental de la explotación y la industria forestales.
Competitividad. En la producción de mercancías a granel, la dotación de recursos y la competitividad de costes han sido tradicionalmente los factores clave de la elección de localizaciones para las unidades de producción. Los análisis estáticos se han solido aplicar cuando había que comparar las alternativas de inversión internacional. Este enfoque es claramente inadecuado porque se ignoran los factores dinámicos, como el potencial de crecimiento de la productividad y el precio futuro de los factores de producción nacionales (en particular, la madera en pie y la mano de obra).
Los objetivos macroeconómicos incluyen, normalmente, el PIB y el empleo, lo que ha hecho que los gobiernos estimularan un mayor procesamiento de la madera en lugar de la exportación de madera en rollo o madera aserrada en bruto. Como resultado de ello, el comercio mundial de muebles de madera y productos ensamblados se ha expandido rápidamente. Cuanto mayor es el grado de procesamiento, menor es la dependencia de la industria respecto a la materia prima local. La calidad en el diseño, la productividad y la comercialización pueden resultar más importantes que los bajos costes laborales o las materias primas de disponibilidad local, como han revelado los ejemplos de Italia y Dinamarca. Si la estrategia se apoya solamente en la mano de obra barata y las materias primas locales, es improbable que sea sostenible a largo plazo.
El desarrollo tecnológico presenta un gran potencial futuro (Hamilton, 1997). Uno de los temas clave que han de considerarse es cómo pueden ser más competitivas las pequeñas y medianas empresas, lo que es deseable desde un punto de vista socioeconómico. Muchos factores económicos y desarrollos tecnológicos parecen orientar la producción más hacia la gran escala que hacia aquellas empresas. Las condiciones macro y microeconómicas deberán ser conducentes para que dichas empresas se incorporen a la corriente del desarollo industrial.
La creciente integración económica mundial implicará que la productividad y la eficiencia serán a largo plazo los elementos fundamentales de competitividad en las industrias forestales. Los bajos costes, que mayormente han sido logrados a través de los bajos salarios, no ofrecerán otra cosa que una ventaja temporal. Las industrias forestales de éxito serán aquellas que rediseñen y dominen completamente su concepto empresarial y su cualidad única a, en lugar de confiarse al liderazgo de costes.

Contribución del comercio a la ordenación forestal sostenible

Vínculos entre políticas forestal, ambiental y c comercial. El comercio tiene influencia directa e indirecta sobre el medio ambiente, y las políticas y regulaciones ambientales influyen sobre la competitividad de los productores individuales, de modo que afectan los flujos comerciales. La teoría de la ventaja comparativa se expande así para incorporar los aspectos ambientales. El comercio también ha sido percibido como un posible agente para contribuir a la gestión sostenible de los recursos naturales. Por otra parte, la liberalización del comercio y las reformas de las políticas macroeconómicas han llevado a una expansión de las exportaciones de los países en desarrollo, en especial de mercancías en bruto. Los impactos ambientales de esas políticas sobre los recursos naturales no han sido completamente evaluados, pero es evidente que producen efectos negativos.
En la evaluación de los instrumentos de política relativos al comercio, hay que considerar tres aspectos: la efectividad en el logro de sus objetivos específicos y si las medidas particulares son suficientes para alcanzar ese conjunto de objetivos; las compensaciones recíprocas entre los efectos de desarrollo y los ambientales, y la eficiencia. Estos elementos típicos del análisis de una política tienden a ser frecuentemente desbordados por la promoción de un instrumento particular (por ejemplo, la prohibición de exportaciones de troncos, la certificación de la gestión forestal). Los impactos ambientales de las políticas son, generalmente, menos conocidos que los impactos que las políticas ejercen sobre el desarrollo y, por lo tanto, es común que se hagan evaluaciones subjetivas. Cuando se definen los objetivos ambientales de las polítcas comerciales, es preciso reconocer que la intervención sobre el comercio no es el modo más eficaz para abordar los problemas ambientales (Brooks, 1997).
Políticas sectoriales de comercio. La prohibición de exportar troncos y otras restricciones (cuotas de especies, impuestos muy altos a la exportación en bruto, etc.) han sido usadas en muchos países productores con el fin de asegurar el suministro de materias primas a la industria nacional, para generar empleo y valor añadido. Del lado de los importadores, la baja de los aranceles como resultado de la Ronda Uruguay parece haber sido compensada, hasta cierto punto, por el aumento de las barreras no arancelarias creadas por razones proteccionistas (Bourke, 1995). Más recientemente, las regulaciones ambientales han aparecido como una nueva forma potencial de barreras no arancelarias. Por otra parte, la prohibición de maderas tropicales está siendo aplicada por algunos gobiernos de países importadores (Alemania, Países Bajos, Estados Unidos) como medida contra la deforestación en los países tropicales. Barbier et al.,(1993) han mostrado, no obstante, que esas prohibiciones selectivas pueden resultar contraproducentes.
Las prohibiciones a la exportación y las restricciones cuantitativas parecen actuar contra la internacionalización de los efectos ambientales, distorsionando el valor económico del recurso y de su producto. Sin embargo, si esas restricciones son eliminadas abruptamente por medidas aisladas, existe el riesgo de que un aumento de la demanda de madera pudiera llevar a una excesiva utilización a corto plazo. Por ejemplo, Carret (1997) argumenta que si la prohibición de exportar troncos en Africa fuera levantada, como ha propuesto el Banco Mundial, los ingresos fiscales disminuirían abruptamente, y las actuales prácticas de extracción muy selectiva serían reemplazadas por un exceso de cosecha. Si los dos argumentos clave para derogar las prohibiciones de exportación de troncos son la necesidad de deshacerse de la ineficiencia en la cosecha y el procesamiento, y la baja captación de renta, los gobiernos han de evaluar si la liberalización del comercio de troncos es políticamente viable y más eficiente que otros instrumentos para abordar esos dos problemas.
La derogación de las barreras internas al comercio debería inducir una mejora de la eficiencia económica, de las ganancias ambientales netas y, posiblemente, de los beneficios distributivos. Sin embargo, cada caso debe ser analizado por separado, no sólo para considerar los impactos sobre el mercado y el medio ambiente, sino también para buscar una política viable para llevar a la práctica las reformas.
Compensación de beneficios ambientales globales y regionales de los bosques. El reconocimiento de los valores ambientales globales de los bosques ofrece un potencial para usar el comercio como instrumento para financiar la conservación. Esos beneficios pueden ser principalmente obtenidos de la retención del carbono y de la conservación de la biodiversidad, pero los beneficios hidrológicos locales u otras externalidades también pueden ser significativas. Con el fin de complementar los mecanismos de que dispone el sector público para la transferencia internacional de fondos para la conservación ambiental, se han hecho nuevos arreglos para atraer recursos del sector privado.
El acuerdo sobre contrapartidas de las emisiones de carbono es un instrumento que permite que dichas emisiones sean canjeadas por una retención de carbono en los bosques en otro país que puede ser requerido legalmente. El potencial para esta actividad es enorme, a la vista del actual nivel de emisiones de CO2 y de la necesidad de expandir la cobertura arbórea a través de la plantación o de poner bajo ordenación sostenible los bosques existentes en los países en desarrollo. El número de acuerdos sobre contrapartidas de las emisiones de carbono es todavía limitado y debe mejorarse su diseño para una promoción mundial.
Los contratos internacionales sobre el uso comercial de la biodiversidad son otro instrumento relacionado con el comercio. Pero algunos temas deben ser abordados para que esos acuerdos resulten atractivos para los gobiernos locales y los inversores extranjeros; por ejemplo, las provisiones para la conservación perpetua de la biodiversidad, la duración, exclusividad y límites de los derechos, y el reparto equitativo de los beneficios por las comunidades locales.
Además de estos tratos sobre los beneficios ambientales globales, hay un potencial -y una necesidad- de alcanzar arreglos a nivel local y regional, particularmente sobre la gestión de las cuencas de agua (Gregersen et al., 1995). Los enfoques actuales en las cuencas cuya situación es crítica se basan mayormente sobre estrictas regulaciones que, por lo general, adolecen de una débil capacidad coercitiva. El reparto equitativo de los costes y beneficios de las funciones hidrológicas de los bosques es una tarea compleja, particularmente cuando están implicados los impactos a través de dos o más países.
Certificación y etiquetado. La certificación de la gestión forestal y el etiquetado de los productos forestales son vistos como un instrumento de información que podría hacer que el comercio contribuya a la sostenibilidad de los recursos naturales. La efectividad de este instrumento, que mejora la gestión forestal, y asegura el acceso al mercado, no ha sido probada todavía. La certificación no es condición suficiente para alcanzar esos objetivos (Baharuddin y Simula, 1994). Un conjunto de objetivos subsidiarios anexos a la certificación pueden ser alcanzados mediante una mayor transparencia de las operaciones. Tales objetivos pueden ser situados a nivel sectorial (mejorar el control de las operaciones de silvicultura y del cambio en el uso de la tierra; aumentar la recaudación de tasas sobre los bosques y los árboles) 0 a nivel de las empresas (mejorar la productividad total, ahorrar costes).
El desarrollo de la certificación etiquetado parte del supuesto de que hay una demanda de productos forestales obtenidos mediante producción sostenible, a pesar de que sólo se comercializan pequeños volúmenes de productos certificados y/o etiquetados. Por el momento, no es fácil para las empresas recuperar a través de los beneficios del mercado sus costes incrementales de gestión y los costes directos de certificación..
Es necesaria la armonización en materia de normas de certificación y procedimientos. En el caso de las normas, se abren varias vías posibles: un estándar internacional común aplicable en todos los países, como los principios y criterios del Forest Stewardship Council (FSC); el desarrollo de un estándar regional aplicable a los países en cuestión, el desarrollo de estándares nacionales basados sobre los criterios e indicadores de la ordenación forestal sostenible a nivel regional; el mutuo reconocimiento de los estándares desarrollados nacionalmente. Cada enfoque tiene sus propios puntos fuertes y débiles, y no se ha alcanzado todavía un acuerdo general, debido al elemento político contenido en las normas de gestión forestal.
Para la armonización de procedimientos, hay tres opciones disponibles: adoptar el sistema ISO para desarrollar normas y guías de certificación, etiquetado ambiental y su acreditación por organismos de certificación; establecer un organismo de acreditación global que provea una marca de comercio aplicable para ser usada como etiqueta, y diseñar esquemas regionales integrados. El debate internacional está altamente polarizado en torno al FSC y al sistema ISO.

Observaciones finales

La definición operativa de sostenibilidad siempre será el resultado de una elección pública basada sobre la expresión de valores (Brooks, 1997). La definición cambia con el tiempo, como lo hace el peso relativo de los aspectos económicos, sociales y ambientales. Mediante una extensión del alcance de la valoración forestal, mejorarán las posibilidades de considerar los aspectos sociales y ambientales como parte de su función objetiva, y no meramente como restricciones.
Los objetivos nacionales de desarrollo y conservación deberían ser formulados con base en una información tan amplia como sea posible. Los forestales deberán suministrar la información necesaria sobre los bosques, sus posibilidades y limitaciones para contribuir al desarrollo sostenible. Sin embargo, cuando se hacen recomendaciones, debe ponerse el mayor cuidado en las opciones puramente basadas en criterios económicos. Las necesidades multidisciplinares deben ser incorporadas a la profesión forestal.
Las políticas nacionales, tienen mucho camino por delante hacia la creación de las precondiciones necesarias de la ordenación forestal sostenible como una actividad económicamente atractiva. Deberían ofrecerse incentivos económicos a escala internacional, usando los adecuados mecanismos de comercio y financiación. Sin embargo, sin una adecuada internalización de los costes y beneficios ambientales y sociales en los mercados de productos y servicios forestales, la efectividad de otras acciones sobre la ordenación está destinada a ser limitada, e incluso marginal. Se deberán construir gradualmente los instrumentos necesarios a nivel nacional e internacional.

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Las dimensiones sociales de la silvicultura y su contribución al desarrollo sostenible

J.E.M. Arnold

J.E. Michael Arnold trabaja con el Oxford Forestry Institute, Oxford, Reino Unido.
Adaptación de la memoria general preparada para el XI Congreso Forestal, sobre el tema «Las dimensiones sociales de la silvicultura y su contribución al desarrollo sostenible».

Bosques, arboles y sistemas de subsistencia

Los objetivos de medios de vida de los hogares incluyen una provisión segura de alimentos y otros productos esenciales para la subsistencia, dinero en contado para la compra de mercancías y servicios externos, ahorro y seguridad social. Otros componentes posibles serían la preocupación por reducir los factores de riesgo, y consideraciones de carácter local, social, cultural y espiritual.
Los bosques y sus productos están ligados a los sistemas domésticos de subsistencia en una variedad de formas diferentes. El principal enfoque de esta sección será dedicado a cómo cambian los patrones de uso y dependencia, y a las implicaciones de esos cambios.

La naturaleza e implicaciones del cambio

Cambios en el uso para subsistencia
En algunas situaciones, el uso de los productos forestales para subsistencia pare ce extinguirse, ya que la población confía más en la compra de alimentos o si los programas para aliviar el hambre llegan a ser más eficaces, o si mejores cosechas de alimentos disminuyen la necesidad de depender de los alimentos del bosque. En Vanuatu, por ejemplo, la introducción de la batata, que puede plantarse en cualquier momento y produce una cosecha comestible cada tres meses, y de la mandioca, que puede ser dejada en la tierra hasta dos años, ha hecho obsoletos los alimentos tradicionales de emergencia, como la malanga silvestre, la maranta, el ñame y el sagú (Olsson, 1991).
Otros cambios que reducen el rol que desempeña el bosque en la nutrición doméstica pueden reflejar la penetración en los mercados rurales de nuevos productos alimenticios, la modificación de los gustos, o una menor disponibilidad de productos. Este último elemento puede deberse a cambios en la disponibilidad o asignación del suministro o de la mano de obra del hogar, más que a la escasez física del producto. En tanto las presiones del trabajo sobre el uso del tiempo de las mujeres se hacen mayores, puede que éstas deban renunciar a la recolección de alimentos del bosque. Y puesto que el valor de la mano de obra aumenta con las mejores condiciones sanitarias, el coste de oportunidad de seguir empleando tiempo en recoger alimentos en lugar de comprarlos, se hace cada menor.


Un uso más limitado de los alimentos forestales puede también reflejar un menor conocimiento acerca de sus propiedades. Ahora que los niños dedican más tiempo a la escuela que a los campos o matorrales, se reduce la oportunidad de aprender acerca de qué plantas pueden ser consumidas y cuáles no. La sedentarización es otro cambio muy extendido, que aleja a la gente de las fuentes de alimentos con las que estaba familiarizada, limitando el uso de esos alimentos aun cuando están todavía disponibles y son importantes para una dieta equilibrada (Melnyk, 1993).
Una causa más frecuente de un uso reducido para subsistencia es probablemente la escasez. Esta se puede deber a la explotación excesiva, al incremento de restricciones de acceso, o una escasez económica debido a los costes en aumento y a la creciente competencia por la oferta. La necesidad de los pobres de obtener ingresos de los productos del bosque puede dar como resultado una desviación de oferta del autoconsumo al mercado. Un reciente estudio en aldeas de Vietnam, por ejemplo, indicaba que los vegetales del bosque, tales como los brotes de bambú y los hongos, eran recolectados y comidos por las familias más pudientes, mientras los pobres se ven obligados a venderlos para procurarse arroz en el mercado (Nguyen Thi Yen et al., 1994).
Algunos cambios en el uso para subsistencia, por otra parte, reflejan una elección: son parte del proceso de evolución a diferentes niveles de subsistencia, en los que el insumo forestal juega un papel muy inferior. Algunos de ellos son respuestas a presiones que hacen menos posible para el hogar mantener el mismo nivel de uso. Sin embargo, en general, el uso para subsistencia será muy grande, incluso en regiones donde la población se integra crecientemente en la economía de mercado. El papel del bosque como recurso de alimento o forraje que permite sobrevivir a períodos de crisis agrícola continúa siendo muy importante.

Cambios en las actividades de generación de ingresos

Pautas y causas del cambio. En algunas situaciones, los hogares depositan su confianza en los ingresos obtenidos de los productos de los árboles, mientras en otras pierden parte de su interés en ellos. Al mismo tiempo, ciertos tipos de actividades de producción forestal se expenden mientras otros se estancan o declinan. Si las intervenciones para impulsar el desarrollo de las actividades que contribuyen al ingreso doméstico han de ser eficaces, será importante estar en condiciones de identificar y entender esas pautas diferenciales de cambio.
En situaciones en que la población crece más rápidamente que la renta per cápita, las actividades relacionadas con los productos forestales emergen para absorber a la gente incapaz de obtener un ingreso suficiente a través de la agricultura o el trabajo asalariado. Esta situación se caracteriza por actividades típicamente intensivas en mano de obra, de bajo retorno y basadas en el hogar. Cuando la renta per cápita aumenta, el crecimiento es probablemente una respuesta a la demanda, y las actividades de bajo retorno e intensivas en mano de obra tienden a dejar paso a actividades meramente productivas remuneradas, como la venta ambulante y otras que responden al crecimiento y diversificación de las demandas rurales. En este estadio, la producción y venta de productos forestales deja de ser una actividad a tiempo parcial para un gran número de personas y se convierte en una operación especializada durante todo el año para una pequeña parte de la población (Liedholm y Mead, 1993; Haggblade y Liedholm, 1991).
Características del producto y del mercado. En determinadas actividades la naturaleza del producto está cambiando para responder al mercado en que se vende. Si bien algunos productos tienen mercados amplios, diversificados y estables, otros se enfrentan a mercados altamente volátiles, o a una demanda estacional y sujeta a fuertes fluctuaciones de precios. La producción de algunos productos extractivos para los mercados industriales, por ejemplo, es susceptible de provocar grandes cambios en los requerimientos del mercado y de desplazarse hacia fuentes domesticadas o sintéticas de suministro.
El mayor componente de las actividades relacionadas con los productos forestales en el sector rural refleja el tamaño de los mercados rurales y su dispersión en extensas áreas con una infraestructura de transportes relativamente pobre, de tal modo que son abastecidos más localmente con más eficacia (FAO, 1987). En muchos países, el comercio de estos productos es mucho mayor, involucra a más gente y probablemente evoluciona de manera menos traumática que el comercio de productos que se dirigen a los mercados externos.
Características del proceso de producción o distribución. La evolución de algunas actividades está condicionada por el hecho de que los rasgos de su proceso de producción o distribución facilitan o impiden a las empresas aumentar de dimensión o añadir valor mediante la diversificación hacia fases adicionales del proceso u organizar el proceso más eficazmente. Los tipos de actividad que probablemente continuarán siendo viables mientras las mejoras en la infraestructura rural exponen a los productores rurales a la competencia de los urbanos, son aquellos cuyas características favorecen la producción local, como los que se basan sobre materias primas dispersas y pequeños mercados, los que tienen altos costes de transporte o aquellos cuya economía de producción favorece la pequeña escala, como muchos productos artesanales (FAO, 1987).
Otras razones para el crecimiento o el declive se pueden encontrar dentro de la empresa misma. Las oportunidades de generar ingresos mediante productos forestales pueden exigir capacidades peculiares de gestión o técnicas, o el acceso a capital o crédito, y por lo tanto estarán disponibles sólo para algunos. El éxito de una empresa estará determinado por su localización (cercanía al mercado). Otro importante factor es la disponibilidad, y la relativa capacidad de atracción, o los modos alternativos de obtener ingresos.
Consecuencias para los pobres. Mientras algunas actividades pueden aportar una sólida base para los sistemas de subsistencia, otras aportan oportunidades a corto plazo, o generan solamente retornos marginales para quienes se dedican a la cosecha, y muchas de ellas implican altos niveles de riesgo. Muchas no podrán ser proseguidas si los costes suben y la competencia se intensifica; no son suficientes como bases para mejorar Los estándares de medio de vida.
La concentración de los muy pobres en estas actividades de bajo retorno, con escasas perspectivas, dificulta las políticas y programas de ayuda. Es posible que sea más fructífero ayudar a la gente a dejar esas actividades en favor de ocupaciones con mejores perspectivas de ingresos, en lugar de estimularla a invertir en un intento de mejorar la productividad o de ampliar las ventas en un negocio estancado o en retroceso. Por otro lado, si no existe una alternativa mejor, los pobres necesitan tratar de extraer tantas ventajas como les sea posible de esas actividades que apenas generan ingresos marginales. Puede que sea necesario adoptar diferentes provisiones para asistir a las personas para quienes la actividad forestal constituye una red de seguridad, y a quienes puede suministrar un medio de mejorar sus condiciones de vida.
Un segundo aspecto que preocupa tiene relación con los problemas que con frecuencia encuentran los pobres para explotar las oportunidades que se les presentan en actividades relacionadas con el bosque. Los pobres pueden no tener acceso a las habilidades, la tecnología o el capital necesarios para estar en condiciones de sacar beneficio de las oportunidades ofrecidas por los mercados. O puede ser que dependan mucho de los comerciantes u otros intermediarios para tener acceso a esos mercados. Los beneficios, y a veces el control, quedan en manos de los más ricos y los más poderosos dentro de las comunidades, o con más frecuencia en manos de extraños. Será necesario entonces ofrecer diferentes formas de asistencia a quienes tienen diferentes necesidades y potenciales (Arnold et al., 1994).
Cambios en los modelos de acceso a los bosques y a los productos forestales
Presiones sobre las reservas comunes de recursos forestales. Casi en todas partes, los usuarios de productos forestales se enfrentan a una caída de la calidad del recurso del que pueden obtener su abastecimiento. En buena medida, la declinación de los bosques usados como reserva común de recursos es el resultado de cambios económicos, demográficos y sociales (por ejemplo, la creciente presión de la población, las oportunidades y presiones del mercado, la opción de comprar en lugar de producir ciertas mercancías, tecnologías agrícolas como los tractores que facilitan el cultivo de grandes superficies, el aumento de los beneficios a través de la privatización, y los cambios en la disponibilidad de mano de obra rural).
Otro conjunto de factores igualmente importantes que tienen un impacto negativo sobre el acceso de las poblaciones a los bosques está constituído por las políticas, la legislación y las acciones que adoptan las agencias estatales. Quizás la forma más penetrante de la intervención del Estado ha sido la expropiación de los bosques como reservas madereras o alguna otra forma de propiedad estatal. Esto implica reemplazar los derechos de los usuarios sobre el bosque por una serie de privilegios más limitados para el uso de productos forestales que se especifican, usualmente en virtud de regulaciones restrictivas y aplicadas según la voluntad de los funcionarios del departamento estatal responsable (Lynch y Talbot, 1995; Davisy Wali, 1993; Shepherd, 1992).
Otra forma de intervención estatal que afecta al acceso de los bosques consiste en que los gobiernos intensifican su control sobre las actividades locales. Esto no se ha limitado a la silvicultura, pero ha tenido un particular impacto en este sector, porque el Estado ha sido, por lo general, incapaz de ejercer un control eficaz sobre esas grandes superficies. Los sistemas existentes han sido minados o suprimidos, pero no se los ha reemplazado por una alternativa eficaz (Thomson, 1992; Shepherd, 1992).
Ya no existen las circunstancias que favorecían el control local y gestión colectivos, o están muy debilitados. No obstante, algunos sistemas de gestión local han sobrevivido, al menos en parte. De su análisis de 176 reservas de recursos comunes de la llanura de secano de la India, que cuentan al menos con una instancia local preocupada por protegerlos, Jodha (1990) sugiere que el pequeño tamaño, el aislamiento y el mantenimiento de las sanciones sociales tradicionales, son factores a escala de la aldea, asociados con la preservación de la gestión de la propiedad común. Más específicamente, a mayor distancia de los centros de mercado, más pequeñas y menos visibles son las reservas de recursos comunes, menor es el cambio ocupacional, menor la diferenciación socioeconómica y menor es la dependencia del patronato estatal.
Gestión del barbecho; bosque enriquecido. Las tierras abandonadas, los matorrales agrícolas e incluso el propio bosque son gestionados activamente por los usuarios locales para conservar y estimular las especies de valor. La palmera babeo, en el nordeste brasileño, se ha integrado durante largo tiempo en el sistema de cultivo itinerante de los agricultores locales (Muy et al., 1985) y los agricultores de los bosques de las tierras inundables del Amazonas los manejan a favor de las especies más valiosas económicamente que contienen (Anderson e Ioris, 1992). En Kalimantan occidental, las áreas boscosas adyacentes a las comunidades con acceso mejorado a los mercados han sido gestionadas a favor de los huertos del fruto silvestre llamado durión.
Arboles plantados en fincas agrícolas. Los árboles frutales plantados aparecen por todas partes en un estadio precoz del asentamiento agrícola, y así como las masas de árboles naturales disminuyen, la cantidad y la gama de árboles plantados por los agricultores aumentan (Arnold y Dewees, 1995). La plantación de árboles puede explicarse como una de las cuatro categorías siguientes de respuesta de los agricultores al cambio (Scherr, 1994; Arnold y Dewees, 1995):
· mantener el suministro de productos de los árboles mientras la producción de las masas boscosas externas a la finca agrícola disminuye debido a la deforestación 0 a la pérdida de acceso;
· satisfacer la creciente demanda de productos de los árboles mientras crece la población y surgen nuevos usos para esos productos, o se desarrollan mercados externos;
· ayudar a mantener la productividad agrícola frente a la declinante calidad del suelo o al creciente daño producido por la exposición al sol, el viento o las crecidas de agua;
· contribuir a la reducción y gestión de riesgos frente a la necesidad de asegurar los derechos de tenencia y uso de la tierra, para equilibrar los altibajos de los flujos estacionales de producto e ingresos, y de las demandas estacionales de mano de obra, o para aportar una reserva de biomasa y capital disponible para su uso como amortiguador en tiempos difíciles.
Dos de los factores más importantes que probablemente afectan las decisiones de los agricultores sobre la gestión de los árboles son la influencia de la subsistencia y de las oportunidades y problemas del mercado; y la relación entre las cosechas de los árboles y la disponibilidad de tierra, mano de obra y capital en los hogares agrícolas. La gestión de los árboles atiende primariamente a la satisfacción de las necesidades domésticas. El comercio de productos de los árboles se desarrolla con el surgimiento de mercados locales, con la aparición de la escasez y con las crecientes demandas sobre el uso del tiempo por los miembros del hogar, que les llevan a dedicarse menos a recolectar lo que necesitan para sus necesidades, y finalmente de los mayores ingresos en dinero que abren la opción de comprar en lugar de recolectar o cultivar. Esto se consigue inicialmente aumentando las cantidades de productos que se producen para el hogar. La adopción de los árboles como una cosecha primariamente orientada a abastecer los mercados urbanos e industriales es practicada por los agricultores en zonas donde los procesos de cambio agrario han evolucionado más hacia una mayor implicación en los mercados de mercancías y hacia un enfoque empresarial de la agricultura orientada a la venta de las cosechas. En estos mercados, sin embargo, los agricultores pueden encontrar formas de competencia y límites políticos que pueden hacer difícil para ellos competir (Dewees y Scherr, 1996).
Históricamente, el lugar de los árboles en las fincas agrícolas ha sido conformado en primer lugar por las crecientes presiones sobre limitadas cantidades de tierra arable. 'Sin embargo, a medida que los hogares agrícolas depende más de ingresos obtenidos del empleo fuera de su tierra, la mano de obra -y no la tierra pasa a ser La principal limitación de recursos en las opciones de los agricultores. Puesto que el cultivo de los árboles requiere menores insumos de mano de obra que otras cosechas para establecerse y mantenerse, estos cambios en la relación de mano de obra y tierra pueden alentar una mayor confianza en la cosecha forestal. Sin embargo, los árboles bloquean cantidades significativas de tierra, y las cosechas forestales son una opción apropiada principalmente para aquellos agricultores que no dependen de esa tierra para la autosuficiencia de su hogar, como por ejemplo los agricultores de gran superficie 0 los que obtienen suficientes ingresos fuera de su explotación agrícola (Dwees y Saxena, 1995).
Implicaciones para los pobres. En parte debido a los cambios en la calidad, el acceso y el coste de la recolección y producción en los bosques, y en parte debido a las presiones del mercado, muchos de aquellos que pueden hacerlo han reducido su dependencia de los bosques como una fuente del producto que necesitan, pero mantienen o incrementan el producto de los árboles agrícolas, del matorral y del barbecho bajo gestión.
El cambio de la actividad forestal a la agrosilvicultura sólo es posible para quienes tienen acceso a la tierra y suficientes recursos para trabajarla. Asimismo, los agricultores pobres todavía necesitan fijarse en los recursos ajenos a su propia tierra para ayudar a complementar lo que pueden producir en ésta. Donde los ciclos de barbecho declinan, el matorral probablemente disminuye como recurso. No todos los pobres sin tierra pueden encontrar trabajo asalariado. Para todos ellos, las reservas comunes de recursos forestales y los regímenes locales de gestión y control que facilitan a la población rural el uso de esos recursos de modo ordenado, siguen siendo importantes. Esto ayuda a explicar la reciente reaparición del interés en esta forma de ejercicio de la autoridad, y las iniciativas tomadas para reforzarla o reinventarla bajo formas que probablemente serán compatibles con las necesidades y limitaciones contemporáneas.
Aunque muchos regímenes colectivos han decaído o desaparecido, frente al cambio demográfico, social, económico y político, muchas situaciones contemporáneas contienen elementos de propiedad común. Que esto es así, todavía no es reconocido adecuadamente, probablemente debido al fracaso en comprender las complejidades de una situación particular de tenencia, o porque éstas han sido oscurecidas por políticas y prácticas sesgadas hacia la privatización o el control por el Estado. También las iniciativas autóctonas han revivido y se han creado nuevos regímenes de propiedad común durante el pasado reciente.

Derechos, control y apoyo institucional

Opción entre distintas formas de gobierno
Muchos de los cambios que han producido efectos adversos sobre quienes dependen del bosque y de sus productos se han debido al debilitamiento y a la remoción de los derechos de los usuarios, y a la erosión y quiebra de los sistemas de control que les facilitaban el ejercicio de sus derechos de manera regulada y sostenible. En esta sección, se estudian algunos de los principales temas que se suscitan en iniciativas para detener y revertir esta tendencia.
Con frecuencia no está claro qué modelos institucionales podrían ser más apropiados en situaciones marcadas por el creciente conflicto y el menor interés comunal del propósito, y los cada vez más ineficaces mecanismos de resolución de conflictos, que engendran esas políticas y prácticas (Neumann, 1996). Algunos de los problemas que surgen proceden del fracaso en distinguir entre la propiedad de los derechos para usar un recurso y los derechos relativos a la propiedad del recurso propiamente dicho (Ostrom, 1990).
Esto resulta particularmente importante para comprender la situación de los bosques, en los que muchos de los recursos son propiedad del Estado pero muchos de los usos son ejercidos por individuos, colectividades o entidades industriales, frecuentemente con múltiples usuarios ejerciendo sus derechos sobre diferentes productos o usándolos en diferentes momentos del año.

Otra importante área de malentendido corresponde a los méritos relativos de la propiedad privada y la comunal. La preferencia por la propiedad privada sustenta muchas de las Transferencias de las propiedades comunales, que descansan sobre el argumento de que sólo los derechos privados de propiedad aseguran que el propietario usará el recurso con eficiencia y responsabilidad. Sin embargo, buena parte del debate sobre la privatización asume que propiedad privada es sinónimo de propiedad individual. Así se pasa por alto el hecho de que muchas propiedades privadas están en manos de asociaciones empresariales y sociedades anónimas así como de obras entidades colectivas. El acceso al uso de la propiedad comunal queda confinado a los miembros de un grupo definido de usuarios, lo que excluye a otros potenciales beneficiarios y asume, por tanto, algunos de los atributos de la propiedad privada compartida, en el sentido de que asegura al grupo los mismos derechos de uso que la propiedad privada. Por ello, habitualmente se ve a la propiedad privada y la comunal como dos hipos de propiedad con mucho en común y no como mutuamente excluyentes (Bruce, 1996; McKean y Ostrom, 1995).
Históricamente, los regímenes de propiedad comunal han evolucionado en lugares donde la demanda de un recurso es demasiado grande para tolerar el acceso abierto a su uso, de manera que se han creado derechos de propiedad sobre el recurso, si bien algunos otros factores hacen imposible o indeseable asignar el recurso a los individuos. En virtud de que la gestión de los bosques como propiedad comunal es por definición una situación específica-ligada a grupos locales o comunidades de usuarios individuales-, la mayor parte de la investigación se ha centrado en los microfactores que atañen a su funcionamiento a este nivel. La investigación e intervención se ha preocupado principalmente de las interrelaciones entre el recurso, la comunidad y las instituciones locales.
Sin embargo, el éxito de las situaciones locales está finalmente determinado por una serie de factores políticos, económicos e institucionales que determinan si una propiedad comunal es o no una opción apropiada. Si su influencia no es comprendida y tomada en cuenta, hay un riesgo de que se implanten intervenciones que traten de sostener o crear regímenes e instituciones de propiedad comunal que no sean apropiados o deseables en una situación particular. Esta necesidad debe ser señalada, porque demasiadas intervenciones recientes han intentado crear o mantener sistemas basados sobre el control colectivo local, en situaciones en que las presiones demográficas o de obro tipo, como las discutidas anteriormente, lo hacían inviable o inapropiado.
Entre los cambios que deben ser tomados en cuenta para determinar qué formas de gobierno son las más apropiadas, hay que incluir la consideración de las implicaciones de las tendencias en el uso y dependencia de los productos forestales. Por ejemplo, en una situación tal que la población está abandonando las actividades de producción forestal, o lo hará en el futuro, ¿habrá base suficiente, o necesidad, de un fuerte control y de gestión locales del recurso forestal?
Dada la magnitud de la variación de una situación a obra, no puede haber modelos universales que puedan aplicarse extensamente (Ostrom, 199()). Algunas de las principales iniciativas en apoyo de la gestión colectiva de los bosques han intentado aplicar soluciones uniformes a muchas situaciones diferentes, con pobres resultados.
Control local colectivo
Los sistemas colectivos sólo pueden funcionar si el grupo está organizado, o puede organizarse por sí mismo, para funcionar colectivamente. Un grado de coordinación entre los usuarios es necesario con el fin de crear reglas de uso y de hacerlas cumplir, y para suministrar a los miembros el acceso a insumos y servicios que son eficaces si se organizan de modo colectivo.
Otros factores que afectarán la capacidad de las instituciones locales para gestionar los bosques como una propiedad común son las características físicas y técnicas del recurso, las características del grupo de usuarios, y los atributos de los acuerdos institucionales (Rasmussen y Meinzen-Dick, 1995).
Características del recurso. Una importante consideración para decidir si un recurso forestal productivo está mejor controlado y gestionado por el grupo de usuarios en conjunto o por los usuarios individuales, es si puede o no ser dividido eficazmente entre estos últimos. McKean y Ostrom (1995) han identificado un cierto número de atributos de un recurso natural que pueden motivar que se depositen los derechos de propiedad en los grupos:
· Recursos que son simplemente divisibles o, como en muchos ecosistemas forestales, que deben ser gestionados e n su integridad con el fin de mantener el entorno interactivo que necesitan para dar algunos de sus productos.
· Grandes sistemas de recursos, como la ganadería y el monte en zonas áridas, en las que existe mucha incertidumbre acerca de la localización, de un año a obro, de las principales áreas productivas.
· Sistemas de recursos con usos congestionados 0 competitivos, en los que la coordinación entre los usuarios es esencial con el fin de hacer frente a las necesidades que plantean usuarios múltiples.
· Sistemas de recursos en los que el control del grupo y por tanto el cumplimiento por el grupo de las reglas puede ser un modo eficiente de hacer frente a los costes de vigilar geográficos que de obro modo serían permeables y de hacer cumplir las restricciones de uso dentro de esos límites.
Se ha puesto de relieve el papel que la propiedad comunal puede cumplir cuando la productividad del recurso es demasiado baja para soportar la posesión privada. Muchas situaciones forestales se caracterizan por usos múltiples, para diferentes productos o por diferentes grupos, o en diferentes momentos del año. Puede resultar apropiado que los bosques sean poseídos por una combinación o superposición de regímenes de propiedad privada, estatal y comunal (Bruce, 1996; Campbell, 1990).
Tamaño del grupo de usuarios y eficacia. Los pequeños grupos homogéneos, con puntos de vista comunes sobre el uso del recurso, tendrán éxito con más probabilidad que los grandes grupos. Sin embargo, aunque la tarea de dividir responsabilidades y beneficios puede favorecer a los pequeños y cohesionados grupos de usuarios, la tarea de gestionar y ejercer el control sobre el recurso puede requerir un órgano más amplio, que abarque a todos los que dentro de los límites geográficos tengan algún derecho sobre el recurso. La capacidad de negociación con el Estado y de proteger los límites favorecen, probablemente, la existencia de órganos amplios (Ascher, 1995; Agrawal, 1996).
Los beneficios de la dimensión también pueden alcanzarse articulando el grupo de usuarios dentro de un órgano local de carácter amplio, con liderazgo urbano, como los comités de panchayat o consejos de distrito. Alternativamente, los grupos de usuarios pueden agruparse en asociaciones, como han hecho los de Nepal (Hobley, 1996a).
Equidad, participación e independencia. Otro aspecto que puede reclamar atención es la medida en que los intereses de quienes llevan el control de la organización coincide con los intereses del grupo de usuarios o de los grupos. Los órganos electivos de gobierno local han probado con frecuencia ser insactisfactorios a este respecto, por el predominio de las conveniencias políticas y burocráticas, y porque generalmente cubren áreas y poblaciones demasiado amplias para ser representativos del grupo de usuarios.
Una institución comunal que refleje los valores sociales de un período anterior en el que adquirió vida, y una muy asentada relación de clientelismo dentro de la comunidad, puede que no sea una expresión adecuada de los intereses e inquietudes actuales de todos los usuarios. En especial, puede haber una continuada exclusión de las mujeres y otros grupos desfavorecidos (Hobley, 1996b; Sarin, 1993).
Crear nuevas instituciones también puede ser problemático en este sentido. Algunos usuarios previos del recurso pueden sentirse excluidos, o en peores condiciones. Por ejemplo, los reclamos de los más próximos a un bosque pueden tener prioridad sobre los planteados por los usuarios más alejados y que dependen igualmente de aquél. La institución llega a ser dominada por intereses particulares o por el departamento forestal (Ascher, 1994). Se ha puesto de relieve la importancia de potenciales de basar la gestión de la propiedad comunal sobre la intervención de instituciones existentes, incluso con algunas de las limitaciones expuestas más arriba, contra las dificultades de crear y hacer funcionar nuevas instituciones.
Gestión de conflictos
Con sus múltiples usos y varias categorías de usuarios, el bosque local y sus productos son, por naturaleza, vulnerables a los conflictos y disputas. Por ejemplo, los derechos de una comunidad a tomar medidas de exclusión según un régimen de propiedad comunal pueden ser cuestionados por otros que quieran tener acceso a ese recurso, y difícilmente todos dentro de la comunidad estarán de acuerdo con la creación o con las condiciones de ese régimen (Bruce, 1996).
Desloges y Gauthier (1997) resumen varias tipologías de conflictos en torno a la actividad forestal comunitaria. Los autores puntualizan que el conflicto o disputa puede estimular el progreso. Igualmente, el conflicto, si no fuera resuelto, puede debilitar o incluso destruir a la institución de que se trate. Por lo tanto, son necesarios acuerdos institucionales eficaces para la gestión de los conflictos y un mecanismo de resolución de disputas.
Presiones y oportunidades del mercado
Las presiones del mercado, y sus oportunidades, se encuentran entre los factores más poderosos que afectan a los mecanismos de control y de uso. La demanda comercial es probable que incremente las presiones de los usuarios dentro y fuera del grupo para usar el recurso, lo que puede aumentar los conflictos de intereses y hacer que el proceso de control sea más complejo y difícil. Este puede provocar la quiebra del mecanismo para la exclusión y control, llevando a un exceso de cosecha y a la degradación del recurso. Donde las transacciones han estado basadas tradicionalmente sobre la reciprocidad, la exposición a las fuerzas y valores del mercado puede conducir a una quiebra aún más profunda dentro de la comunidad (Chase Smith, 1995).
Las oportunidades del mercado, al dar valor añadido a los productos, podrían aumentar el incentivo económico de controlar su uso y gestión. Al balancear los impactos positivos y negativos de la comercialización en su gestión y en sus prácticas de uso, «las comunidades que sean más capaces de adaptarse a la comercialización serán aquellas con flexibilidad para determinar cómo participar, lo que les dará control sobre el grado del cambio, o serán aquellas en las que el cambio haya sido menos rápido». (McElwee, 1994).
Los efectos del mercado constituyen, de hecho, no sólo uno de los más importantes factores que apuntalan los vínculos entre el pueblo y los bosques, sino también uno de los más complejos y menos comprendidos. En reconocimiento de este hecho, una reciente reunión convocada por el Centro de Investigación Forestal Internacional recomendó el tema como un área prioritaria de investigación (CIFOR, 1996).

El papel del gobierno

Política y estrategia. Las políticas, la legislación y las modalidades de aplicación y cumplimiento son discriminatorias contra la gestión colectiva local de los bosques en situaciones donde suelen parecer que lo contrario sería lo apropiado. El control local efectivo, o el control en común con el Estado, requieren voluntad y habilidad de los gobiernos para revertir esa situación y reforzar las instituciones locales, ayudándolas a hacer respetar sus derechos. En razón de la permanente debilidad política de las comunidades, en comparación con el poder de los gobiernos, es probable que esto sólo llegue a producirse como resultado de una acción del centro de poder.
La preocupación acerca del papel del gobierno se ha traducido recientemente en iniciativas para detener y revertir esta continua acumulación de responsabilidad y poder en el centro. Esto ha llevado a medidas de descentralización a escala local, y a poner en manos de sectores privados y no gubernamentales actividades que pueden ser desarrolladas al menos tan eficazmente como desde el Estado. El aumento del interés en el control y gestión locales de los recursos forestales debe mucho a la relevancia de estas nuevas prioridades.
Sin embargo, algunas de las consecuencias del modo en que estas políticas han sido aplicadas pueden ser en sí mismas una amenaza para los usuarios locales. Por ejemplo, en muchos países de Africa al darse la titularidad de la tierra a los individuos, siguiendo la tesis de que así se alentaría el crecimiento de la agricultura, se dio origen a una amenaza sobre los complejos y superpuestos derechos que anteriormente admitían que diferentes categorías de usuarios tuvieran acceso a alguna parte de los recursos de esas tierras (Neumann, 1996).
Con frecuencia el Estado renuncia a su poder y responsabilidad al adoptar algunos de esos programas de entrega de tierras. «Las recientes actividades de descentralización en el sector forestal de la India parecen haber conducido a una mayor penetración del Estado en las aldeas, pero sin que los aldeanos adquieran igual grado de poder para cuestionar las acciones del Estado... En muchas situaciones, los comités forestales aldeanos establecidos bajo el esquema de gestión forestal conjunta se han convertido realmente en instrumentos del departamento forestal en lugar de desarrollarse como organizaciones independientes frente a la autoridad del departamento» (Hobley, 1996b).
Esta reticencia del Estado está muy extendida. Incluso en Nepal, con sus políticas y legislación inusualmente progresistas, el Estado se reserva el derecho de revertir el proceso de devolución del control sobre la tierra forestal a los grupos locales, y retiene la propiedad de esa tierra. Donde el control real ha sido transferido a las comunidades locales, se han obtenido algunos resultados alentadores (Willy, 1997).
Reforma burocrática. Una razón para esta morosidad en llevar a la práctica el cambio reside en que puede ser difícil para los departamentos gubernamentales desprenderse del poder legal y control sobre los recursos presupuestarios y extrapresupuestarios y de los ingresos que obtienen gracias a su control sobre grandes superficies de bosques. En muchos países esos departamentos mantienen su responsabilidad sobre las funciones de regulación y la gestión directa de importantes partes del patrimonio forestal. El requerimiento de tratar de combinar esto con la transferencia del control de partes del patrimonio forestal, crea comprensibles tensiones internas y confusión (Gilmour y Fisher, 1991).
Los departamentos forestales se adaptan con dificultad a la gestión de los bosques como una propiedad común. La intensa promoción de la gestión participativa, frecuentemente urgida por los países donantes, ha supuesto presiones sobre la burocracia forestal a las que ésta puede difícilmente sustraerse. Los cambios en las demandas que se ejercen sobre los forestales han sido profundos, y las críticas en el sentido de que no han sabido dar respuestas apropiadas han, a voces, agravado los problemas. Sería deseable en este penado de consolidación, permitirse una consideración sosegada de cómo abordar estos asuntos (Vira, 1997; Hobley, 1996b).
Eliminar los impedimentos al acceso a los mercados. Debería darse prioridad al cambio de políticas y prácticas que actualmente constriñen el acceso de los agricultores a los mercados y que deprimen los precios, para sus productos forestales (Dewees y Scherr, 1996). Existe una falta de información sobre el mercado; los sistemas comerciales al servicio de los pequeños productores son deficientes; los suministros subvencionados de los bosques estatales compiten con los de plantación; los precios de la leña están deprimidos por los subsidios a combustibles alternativos, y hay restricciones sobre la cosecha privada y el comercio de productos madereros. Al obstruir el acceso de los agricultores al mercado de productos forestales, los gobiernos pueden inadvertidamente interferir el paso de una economía de subsistencia a una economía de mercado.
Las ONG y el proceso de apoyo
Las rigideces que todavía afrontan muchos servicios forestales para hacer la transición a un papel de apoyo de la gestión de los bosques por la población local han dado como resultado que las organizaciones no gubernamentales (ONG) vengan a desempeñar un importante papel en muchos programas de silvicultura participativa. Las ONG pueden jugar un papel como intermediarios entre el Estado y los usuarios, pueden facilitar el cambio al nivel de las aldeas y pueden también actuar como formadores del personal gubernamental en la capacidad de organizar a la comunidad. En Filipinas y Tailandia, por ejemplo, las ONG han constituio una parte esencial de los grupos de apoyo que han tenido una función destacada en la identificación y negociación de estrategias mutuamente aceptables. Su función es importante para la transferencia de tecnología, para la promoción de la conciencia pública y para mejorar la capacidad de negociación de las distintas partes interesadas en los asuntos de gestión de recursos forestales.
Sin embargo, no todas las ONG están mejor equipadas o motivadas para estas tareas que los departamentos gubernamentales a los que procuran reemplazar. Algunas ONG siguen su propia línea de acción (por ejemplo, las que se ocupan de las cuestiones ambientales) que no necesariamente es coherente con los intereses de las poblaciones con las que trabajan. Los departamentos forestales a veces delegan tareas en las ONG para evitar de hacerlas ellos mismos, lo que equivale a decir que impiden un cambio interno (Dove, 1995).
Mejorar la base de conocimientos
A través de este artículo se ha tratado de llamar la atención sobre la importancia de la identificación de lo que las poblaciones necesitan o desean obtener de los bosques en el futuro, y qué política y otras medidas parecen ser las más apropiadas para asegurar que podrán obtenerlo. Muchos de los temas que requieren atención sólo pueden ser comprendidos dentro de un marco que tome en cuenta las interrelaciones entre los diferentes factores que afectan al sector forestal a nivel local: sociales, ecológicos, económicos, institucionales, etc. Datos comparables sobre una gama de factores son recogidos en sitios y situaciones muy diferentes. Esto brinda un enfoque más holístico para analizar las situaciones locales y, al mismo tiempo, una base para hacer comparaciones entre diferentes situaciones y con el paso del tiempo.

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Políticas, instituciones y desarrollo forestal sostenible

J. Tohá G. y S. Barros A.
Jaime Tohá G. y Santiago Barros A. son ingenieros forestales, actualmente consultores del proyecto FAO/ TCP/CHILE «Reestructuración organizacional de la administración forestal».
Adaptación de la memoria general preparada para el XI Congreso Forestal Mundial, sobre el tema «Políticas, instituciones y medios para el desarrollo sostenible».

Nuevas tendencias en la administración forestal publica

La correcta organización de la administración forestal debe ser considerada como un factor clave para la consecución de los objetivos de un desarrollo forestal sostenible. Este concepto ha sido reafirmado en grandes foros internacionales.
En muchos países la organización de la administración forestal pública está en proceso de análisis, tanto debido a razones internas de cada país como a motivos exógenos. En esta perspectiva, la adopción de los nuevos modelos institucionales presenta el gran desafío de incorporar elementos como la adopción de programas de ajuste estructural, la transición de economías centralizadas a economías de mercado, los crecientes mecanismos de participación y la promoción y coordinación de la masiva participación de grupos de interés.
A partir de estas observaciones Pettenella (1997) presenta algunas tendencias y formula algunos interrogantes, para orientar la discusión sobre la materia.
Tendencias externas que influyen en las instituciones forestales
Influyen en las instituciones forestales:
· el proceso de globalización de las políticas y de las instituciones, que es consecuencia de la creciente preocupación de la comunidad por la situación de los recursos naturales;
· la búsqueda de una mayor eficiencia en las administraciones públicas;
· la necesidad de extender los niveles de participación en la toma de decisiones.
El punto de partida para la formulación de cualquier enunciado de política forestal que contemple el carácter y función de las instituciones debe estar dado por una clara definición de los instrumentos de mercado y de los instrumentos públicos que forman parte de dicha política.
Cambios organizacionales
Es útil poner de relieve las iniciativas tendientes a fortalecer la cooperación entre organismos, mejorar la calidad de los servicios provistos por las entidades públicas, usar instrumentos no regulatorios, promover la descentralización, y tomar en consideración los procesos de privatización.
Estas iniciativas deben estar directamente vinculadas con el objetivo de garantizar crecientes niveles de calidad de los servicios proporcionados. Los mecanismos permanentes de control de gestión, el uso de estructuras organizacionales más planas, los sistemas de evaluación por desempeño y la retroalimentación desde los usuarios aparecen como elementos muy relevantes para aumentar la eficiencia y crear la percepción de una actuación transparente de la función pública.
Otro aspecto de la reorganización de las instituciones públicas está dado por el proceso de descentralización o regionalización, el cual pretende delegar funciones y ser un mecanismo de decisión a nivel regional y local, y facilitar la participación ciudadana.
Sin embargo, el instrumento de racionalización institucional más controvertido es el que Pettenella (1997) señala como privatización, mediante el cual se separa la administración pública forestal de carácter comercial de la que no tiene fines de lucro.
Al respecto, los autores creen conveniente comentar las bases del modelo institucional que se está estudiando en Chile, con el apoyo de FAO; este modelo pretende separar las funciones normativas y de control, propias de la administración pública, de las que siendo de responsabilidad del Estado, tales como la prevención y control de incendios forestales y de plagas, y la administración del patrimonio forestal del Estado, pueden ser ejercidas por entidades de derecho privado, que están en condiciones de emplear mecanismos de mercado, sin marginarse del control público.


Modelos institucionales
Pettenella (1997) presenta cuatro modelos principales de organización institucional:
· En algunos países las materias forestales son del ámbito del ministerio de agricultura y forestal o del ministerio de desarrollo rural.
· El ministerio forestal y sus funciones.
· En otros países, como Argentina, la actividad forestal es responsabilidad de dos ministerios: un Ministerio de Economía, Finanzas y Planificación, que rige el desarrollo comercial de los bosques; y un Ministerio de Recursos Ambientales, al cual compete la protección de los bosques naturales.
· En otros países como en Zambia, se ha creado un Ministerio de Recursos Naturales, en razón de que los recursos forestales se consideran un bien público.

Formulación e implementacion de políticas forestales

En los últimos 30 años ha habido un gran desarrollo en materia de política forestal. Hoy, la política forestal se ha transformado en una disciplina con base propiamente científica. Sin embargo, es dudoso que esta disciplina haya sido un elemento positivo en la evolución de la realidad forestal. Merlo y Paveri (1997) explican qué componentes de la política forestal muestran progresos reales y cuáles permanecen rezagados, no obstante su actual situación de disciplina científica.
El proceso de formación de políticas ha mostrado importantes avances en el último tiempo: el debate sobre políticas forestales que ha tenido lugar en diferentes partes del mundo comprueba la creciente participación de los grupos de interés. Este proceso pone de manifiesto la participación de sectores no forestales. En la formación de las políticas forestales se tienen hoy en cuenta las políticas de otros sectores tales como las políticas agrícolas, medioambientales, industriales, fiscales, comerciales, etc., cuyos efectos son significativos en lo que concierne a la actividad forestal.
Julio (1996) destaca que en la formación de una política deben considerarse los aspectos socioculturales, económicos, geográficos y los relativos a la seguridad.
Otros avances de importancia se pueden lograr a través de la aplicación de herramientas computacionales como los sistemas expertos. Sukadri (1997) propone un diagrama de flujo que usa criterios e indicadores de manejo sostenible formulados por la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT), desarrollado para mostrar las relaciones con la política. A este efecto, se emplea un modelo prototipo de sistema experto, que debe satisfacer cinco criterios principales para alcanzar el manejo forestal sostenible: la base de recursos forestales; la continuidad del flujo de producción forestal; el nivel de control ambiental; los efectos socioeconómicos, y las estructuras y principios institucionales. Evaluando los indicadores para cada criterio se puede determinar si éstos han sido satisfechos.
Es en las fases siguientes de las políticas forestales donde hay lugar para críticas, concretamente en lo concerniente a la puesta en marcha, control de los resultados, evaluación y revisión.
Merlo y Paveri (1997) señalan que en muchos países en desarrollo se han efectuado procesos de formación de políticas, sobre todo en el ámbito de los programas de acción forestal. No obstante, de las políticas muchas veces quedan sólo buenas formulaciones, porque se carece de los recursos necesarios y de voluntad política para concretarlas. Una determinada política fracasa debido a que no se cuenta con los instrumentos necesarios para su materialización.

Planificación forestal sectorial

La planificación forestal ha avanzado en forma muy importante en los últimos años. Una de las razones que explican este avance es la sensación de frustración que se había producido ya que la planificación había dejado de ser una herramienta efectiva en el proceso de toma de decisiones. La aplicación de metodologías tecnificadas durante los últimos diez años despierta dudas sobre si efectivamente la planificación forestal conduce a una mejor toma de decisiones (Contreras, 1997).
Entre los elementos que han incidido en un mejor desarrollo de la planificación forestal Contreras destaca:
· El desplazamiento del «centro de gravedad» del proceso de planificación de los asuntos de orden económico y comercial hacia consideraciones medioambientales.
· En la planificación de proyectos, una mayor habilidad para medir y valorar las externalidades de los recursos forestales a nivel local, nacional y global.
· La incorporación de aspectos sociales, que ha permitido una mejor comprensión de las perspectivas de los diferentes grupos de interés que tienen un papel relevante en el manejo sostenible de los recursos forestales.
· La compresión del hecho de que la mayoría de los factores que han incidido en el deterioro de los recursos forestales han conducido a estudiar la vinculación entre el manejo de los recursos forestales y el desarrollo de áreas afines de la actividad económica.
· La aceleración del proceso de globalización de la economía mundial que también ha exigido la planificación para reestructurar los modelos institucionales, tanto a nivel nacional como internacional, y los mecanismos para enfrentar nuevas demandas.


Los postulados del desarrollo forestal sostenible sólo se podrán materializar en la medida en que un objetivo aún más amplio, como es el desarrollo global sostenible, sea una realidad. A este fin debe concurrir el desarrollo forestal, incorporando a su racionalidad las variables políticas, sociales y económicas de su entorno.
Contreras (1997) señala algunos aspectos que han incidido en los limitados resultados de la planificación forestal, mencionando entre éstos la incertidumbre sobre ciertos aspectos no clarificados de los efectos físicos de políticas o acciones, como la explotación forestal, y limitaciones respecto de la metodología de valorización de servicios, como la biodiversidad. También hace mención de factores institucionales y, muy en especial, de los efectos negativos de la corrupción.
Se han de aplicar metodologías de planificación y evaluación que sean estables en el tiempo, y se han de considerar los impactos negativos o positivos a largo plazo. Es posible que ciertos programas impliquen un deterioro social e incluso un agravamiento de la situación de pobreza en una primera etapa. En el caso de Chile, se ha discutido mucho sobre el desplazamiento de poblaciones campesinas que se ha producido por el desarrollo de plantaciones de pino y eucalipto en la VIII Región del país. Esto ha motivado la preocupación del Congreso Nacional; sin embargo evaluaciones posteriores realizadas por el Ministerio de Agricultura tienden a demostrar que el impacto social y económico ha tenido un balance positivo, al crear una mayor cantidad de empleos directos e indirectos de mejor calidad.

Desarrollo de los recursos humanos, educación y capacitación

Guevara (1997) plantea la necesidad de adoptar un nuevo paradigma para el desarrollo sostenible, basado en la definición de la Comisión Bruntland: «El desarrollo sostenible pretende satisfacer las actuales necesidades sin comprometer la posibilidad de que las futuras generaciones satisfagan sus propias necesidades». La mayoría de las culturas orientales creen que el nivel de desarrollo de un país es directamente proporcional al nivel de educación y entrenamiento alcanzado por su población.
El desarrollo sostenible conduce a la necesidad de establecer sociedades sostenibles, y esto implica una nueva actitud ética, dentro de la cual se incluyen los recursos forestales. Dicha actitud sólo se puede conseguir a través de la educación, el entrenamiento, la investigación y la superación.
La materialización del concepto de sociedad sostenible exige un permanente intercambio de conocimientos con otras sociedades respetuosas del medio ambiente, un proceso educativo desde el primer nivel, apropiados medios para el intercambio de información y el acceso a ésta, y el aprovechamiento de la experiencia y talentos de indígenas y minorías.
En esta línea de pensamiento surgen desafíos de gran envergadura para la investigación forestal, que están vinculados a la necesidad de identificar fórmulas de contribución objetiva al bienestar de la gente.
En los bosques tropicales los métodos generalizados de explotación han mostrado ser insostenibles. Esta situación se debe a varios factores, como la extrema pobreza, consecuencia de las políticas macroeconómicas; el uso del suelo; las deficiencias estructurales e institucionales; las carencias de la educación y entrenamiento; la falta de investigación; los fallos en la transferencia tecnológica; y la insuficiente comunicación con las comunidades locales.



Existe la necesidad de más cooperación técnica, adecuados niveles de participación y políticas y legislaciones apropiadas. La correcta aplicación de este conjunto de medidas se debería traducir en un alivio de la pobreza y en un uso más adecuado de los bosques. Se han de mejorar sobre todo los niveles de especialización y semiespecialización de la mano de obra.
El desarrollo forestal integral requiere una multiplicidad de especialistas entre los que se puede mencionar a extensionistas, técnicos e ingenieros forestales, biólogos, economistas, sociólogos, antropólogos, expertos en desarrollo comunitario, trabajadores calificados y semicalificados.
La investigación básica debe tener como objeto el desarrollo forestal sostenible, y se deberían canalizar los recursos necesarios para ésta. Considerando el alto costo del desarrollo científico y tecnológico, el modelo de centros regionales o intercontinentales constituye una adecuada respuesta a este desafío.
Para que los profesionales y científicos vinculados a la actividad forestal puedan ser eficaces en su misión, deben tener la capacidad de comprender y asumir los fenómenos sociales y políticos en los cuales se inserta la actividad forestal. Guevara (1997) define las relaciones que el profesional forestal debe tener con otros fenómenos naturales y, sobre todo, con fenómenos sociales y políticos. El desarrollo forestal genuino debe contribuir a aliviar la pobreza y a incrementar la disponibilidad de bienes y servicios. Hay que difundir y socializar apropiadamente los resultados de la investigación, transformar la actividad forestal en piedra angular del desarrollo, y fortalecer las instituciones demostrando a los políticos influyentes que las actividades forestales son rentables.
Sin sostenibilidad humana no es posible construir la sostenibilidad de los recursos naturales, en un mundo en que hay abundancia de hambre, mortalidad infantil, pobreza y marginalidad. La sostenibilidad del desarrollo forestal solo será realidad en la medida que sea un aporte significativo para la superación de esos flagelos.

Prioridades para la investigación forestal internacional

Nuevos imperativos surgen para la investigación a partir del hecho de que los países que han tenido un más rápido crecimiento económico son los que más han invertido en ciencia y tecnología.
Los economistas utilizan hoy los recursos invertidos en investigación y desarrollo como indicadores relativos del potencial económico y de las perspectivas de prosperidad. Muchos países industrializados invierten el 3 por ciento de su producto interno bruto en investigación y desarrollo, mientras que la mayoría de los países en desarrollo invierten frecuentemente menos del 1 por ciento. En el ámbito de los recursos naturales, la inversión en investigación y desarrollo del área agrícola fluctúa entre el 2 y 3 por ciento mientras que en el área forestal es inferior al 1 por ciento. Estudios realizados por el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR) (citado por Sayer et al., 1997) indican que la inversión en investigación y desarrollo en la actividad forestal es menor a la de cualquier otra actividad humana.
La necesidad de investigación forestal ha sido reconocida en un momento en que las fuentes convencionales de recursos para la investigación pública están congeladas o tienden a disminuir. No obstante, el Banco Mundial ha señalado que algunos de los países donde se concentra una parte importante de los bosques tropicales, como Brasil, Indonesia, India y China, -países que se prevé estarán entre las principales potencias económicas- seguirán invirtiendo importantes recursos en investigación, por lo que cabe suponer que la investigación forestal será también favorecida.
Se prevé que las corporaciones forestales multinacionales tendrán un creciente papel en la utilización de los recursos forestales, razón por la cual cabe esperar que se preocuparán por la sostenibilidad de los recursos y por dedicar fondos a la investigación y el desarrollo.
En las políticas forestales de los países en desarrollo se deberán diferenciar las áreas de investigación que deben ser parte de la función pública de los institutos o centros de investigación, de aquellas áreas en que el financiamiento debe ser de responsabilidad privada.
Así como es necesario intensificar el desarrollo científico, también es necesario cambiar el concepto de cultura de la ciencia con aplicación forestal. De hecho, una parte importante de la investigación está vinculada al objetivo de aumentar los rendimientos de la producción de madera, en materias tales como genética, manejo, tratamientos silvícolas e industrias. Sin embargo, muchos de los aspectos que afectan la situación de una determinada producción forestal están condicionados por efectos exógenos a la ciencia, como la infraestructura, las políticas agrícolas y de comercio, los reasentamientos humanos, las políticas fiscales, etc. El ámbito de la investigación forestal ha de ser más universal y las investigaciones deberían comprender una cultura científica de mayor amplitud.
Uno de los problemas que afectan al desarrollo integral de la actividad forestal es la tendencia al aislamiento de profesionales y científicos. Es común escuchar la justificación de que un proyecto era bueno pero no contó con el apoyo de los políticos o de quienes adoptan las decisiones. Es necesario por lo tanto incorporar el ámbito forestal a la política y a las instancias donde se toman las decisiones. Para esto hay que hacer progresos en la investigación con una visión más universal de los fenómenos que inciden en la realidad forestal.
La globalización de las políticas, la ex tensión de la participación en la toma de decisiones y los cambios en el manejo de los bosques requieren una armonización de las políticas sectoriales e intersectoriales, las cuales deben responder también a demandas internacionales. En la actualidad se debe contar con el mejor respaldo disponible de la investigación para la formación de políticas (Solberg, 1997; Pettenella, 1997).
El análisis de Solberg se orienta principalmente a revisar cuál es la información que necesitan quienes toman las decisiones en materia de formación de políticas, a definir si la investigación está dando satisfacción a estas necesidades, y a buscar caminos que mejoren la importante interacción que debe existir entre las instancias decisorias y los investigadores.
No resulta fácil incorporar lo mejor y más reciente de la investigación a la formación de políticas. A menudo los investigadores están más interesados en sus propias inquietudes que en colaborar en la definición de prioridades para proveer de información a los políticos, y a su vez éstos culpan a los investigadores de no estar trabajando en proyectos relevantes que proporcionen la información que se necesita ahora y no dentro de indefinidos períodos de tiempo.
Cabe definir la función del Estado en materia de investigación. El Estado debe encauzar sus recursos hacia la investigación y dar satisfacción a la mayor parte de las necesidades de información de los políticos. La investigación que se realiza en el país se lleva a cabo también con otros fondos que provienen de la cooperación internacional, del sector privado, etc. (Solberg, 1997).
Es oportuno mencionar un aspecto de la nueva institucionalidad forestal que se está estudiando en Chile. En materia de investigación se está revisando y dando prioridad a la función pública, y para este conjunto de actividades el Estado concurrirá directamente a su financiamiento.
Los proyectos serán desarrollados por el Instituto Forestal y otros organismos especializados del área estatal. Para coordinar y dar prioridad a estas investigaciones y a otras que tengan diferentes financiamientos, se crearía en la Subsecretaría Forestal un Consejo de Coordinación de la Investigación Forestal, en el cual actuaría como secretaría ejecutiva el Instituto Forestal. Este mecanismo debe tender a evitar duplicaciones, a propiciar el enfoque multidisciplinario de las líneas de investigación y a desarrollar las áreas de mayor prioridad para el país y, desde luego, a poner a disposición de los políticos la mejor y más actualizada información.

Cooperación internacional y movilización de recursos

La satisfacción de las necesidades del hombre-alimentos, agua, salud, energía y vivienda-depende del manejo de los recursos forestales. Los bosques son el cuerpo principal del sistema ecológico terrestre. La sostenibilidad del desarrollo forestal no puede ser asumida como un deseo, sino como un imperativo.
En muchos países los recursos forestales se encuentran en una situación precaria, debido a la aplicación de políticas incorrectas, un bajo nivel de gasto público y la existencia de administraciones débiles.
Se requiere con urgencia la movilización de recursos internacionales, tanto en forma de inversiones como en forma de catalizadores de inversiones futuras. Estos recursos pueden ser de origen nacional o internacional, públicos o privados. Los recursos internacionales a su vez pueden ser de asistencia para el desarrollo o para la inversión.
El financiamiento internacional público puede provenir de la asistencia bilateral o multilateral, como es el caso de los bancos de desarrollo y los organismos internacionales. En el caso del financiamiento internacional de carácter privado, se puede mencionar la inversión extranjera directa, los portafolios de inversión, los fondos institucionales de carácter internacional, los préstamos externos, el suministro de bienes de capital y el capital de riesgo.
En muchos países se carece de normas para el medio ambiente. Cabe preguntarse en qué casos los recursos internacionales orientados a la inversión son garantía de proyectos que incorporan los criterios de un desarrollo forestal sostenible. Chandrasekharan y Schmidt (1997) citan el ejemplo de una empresa que ha incorporado los criterios de sostenibilidad.
La cooperación internacional en el campo forestal se refuerza mediante el aumento de los flujos comerciales y con el reconocimiento de que los recursos forestales son un elemento básico para el desarrollo económico.
La asistencia oficial para el desarrollo comprende donaciones y préstamos, habiendo alcanzado, en 1993, 1545 millones de dólares, de los cuales un 71 por ciento corresponde a donaciones y un 29 por ciento a préstamos. No obstante, estas cifras representan solo el 27 por ciento de las necesidades. Este tipo de financiamiento ha disminuido en los últimos años, como en el caso de los programas de campo de FAO, que de 83 millones de dólares en 1994 cayó a 70 millones en 1995. A su vez, los préstamos del Banco Mundial disminuyeron de 278 millones de dólares en 1994 a 113 millones en 1995.
La falta de compromiso local y la baja capacidad de absorción de muchos países receptores se deben a la ausencia de un adecuado proceso participativo en la etapa de identificación y formulación de los proyectos. Se ha verificado que el financiamiento no siempre llega a los países que más lo necesitan
Así como la asistencia oficial para el desarrollo ha disminuido en los últimos años, el flujo de inversiones privadas ha tenido un neto incremento. En el caso del sector forestal es difícil precisar el monto de la inversión privada en los países en desarrollo, pero las cifras disponibles indican un nivel de 8 000 a 10 000 millones de dólares de inversión nacional, a la cual habría que agregar la inversión extranjera. Cabe indicar que la mayoría de estas inversiones se concentran en las industrias forestales y en plantaciones.
En la perspectiva de los objetivos del desarrollo forestal sostenible hay que considerar tres aspectos. El primero es que existe la necesidad de que los proyectos de inversión privada incorporen crecientemente el concepto de sostenibilidad. El segundo se refiere a la responsabilidad institucional forestal de los países, los cuales deben tener la lucidez suficiente para desarrollar modelos legislativos y reglamentarios que, sin desincentivar la inversión privada, ordenen adecuadamente los recursos. El tercero se refiere a la necesidad de que los países en desarrollo implanten legislaciones medioambientales que resguarden debidamente la sostenibilidad de los recursos naturales, sin trabar un expedito proceso de inversión privada. Al respecto, es necesario destacar que los grupos ecologistas, nacionales e internacionales, deben comprender que en el camino de superar la pobreza y el atraso es una condición indispensable alcanzar los objetivos del desarrollo sostenible, y que en esa óptica su misión es contribuir a que las obras e inversiones que representan progreso económico y social se hagan bien.
Pese a que la asistencia oficial para el desarrollo seguirá reduciéndose en relación con la inversión privada internacional, su función continuará siendo crucial. El desarrollo tecnológico que se puede impulsar a través de esta asistencia puede influenciar y promover la inversión privada.
Así como se verifica que la inversión pública en el desarrollo forestal es inadecuada y está en declinación, la mayor parte de la inversión privada en el sector forestal no está orientada hacia operaciones de carácter sostenible. El sector privado requiere que para que sus flujos se orienten hacia formas de desarrollo forestal sostenibles existan ciertas precondiciones, en forma de incentivos. Por ejemplo, se ha de sensibilizar a los mercados de capital acerca de las potencialidades del desarrollo forestal sostenible, se han de reducir los riesgos, en el caso de industrias forestales emergentes, y se han de cubrir los costos incrementales de la internalización de los requerimientos de cuidado del medio ambiente.
Considerando que hay una evidente relación entre comercio e inversión extranjera, y teniendo en cuenta que las corporaciones transnacionales controlan dos tercios del comercio internacional, existe la posibilidad para que en los países en desarrollo estas corporaciones tengan un gran potencial tanto para el desarrollo de industrias de transformación primaria y secundaria como para la promoción de exportaciones de productos con valor agregado, en base al beneficio mutuo.
Se han de desarrollar acuerdos de libre comercio de carácter bilateral o regional, como el Mercado Común del Sur, entre países en desarrollo, o como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, entre países con diferentes niveles de desarrollo.
La movilización de recursos internacionales es un elemento clave para el logro de un desarrollo forestal sostenible, y se han de proponer medidas tendientes a mejorar los actuales mecanismos y a innovar creando nuevas modalidades.
En materia de cooperación internacional, es necesario mejorar los mecanismos de coordinación, para resolver los conflictos entre donantes y agencias de asistencia técnica. Al respecto, parece positivo el trabajo conjunto realizado por el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, a través de acuerdos para los programas asociados de colaboración forestal.
A nivel nacional se requieren importantes esfuerzos de coordinación entre donantes y entre éstos y las agencias gubernamentales y el sector privado.
La forma de coordinar las acciones respecto a los objetivos perseguidos por el desarrollo forestal sostenible continúan siendo materia de debate. Además de orientar, controlar y facilitar el flujo de recursos mediante soluciones optimizadas e innovativas, también es necesario un mecanismo internacional de financiamiento programado para el desarrollo forestal en los países en desarrollo. Para este mecanismo se podría solicitar la aportación de capitales del Fondo Forestal Mundial, propuesta que surgió del IX Congreso Forestal Mundial en 1985.

Conclusiones

Desde hace décadas la comunidad mundial viene organizando conferencias mundiales y regionales sobre los más variados tópicos, entre los que destacan en los últimos tiempos las conferencias relativas al medio ambiente y el desarrollo sostenible, que sin duda han sido de gran utilidad y de las cuales han emanado resoluciones que se han traducido en mejoramientos reales para la humanidad.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Rio de Janeiro en junio de 1992, se puso de manifiesto la grave situación de los recursos forestales del mundo, especialmente en los países en desarrollo. Los países industrializados se comprometieron a revertir la actual situación de desforestación y degradación de los bosques en dichos países, y destinaron a este objetivo 56 650 millones de dólares anuales durante el período 1993-2000.
En este trabajo se ha expuesto la preocupación ante el hecho de que cinco años después de celebrada la Conferencia se ha comprobado que la situación de los bosques no ha cambiado. Se ha analizado como, desde el ángulo de la política forestal, de la planificación de las administraciones forestales, de la investigación y del desarrollo científico y tecnológico, y a través del desarrollo de los recursos humanos y de la movilización de recursos internacionales, se pueden buscar fórmulas para conducir el desarrollo forestal por la vía de la sostenibilidad.
El desarrollo forestal sostenible se debe dar en el ámbito de un desarrollo humano sostenible. El profesional y el investigador forestal no pueden estar al margen de los fenómenos políticos y sociales en que se inserta la realidad forestal. Los programas de investigación forestal deben comprender objetivos que sitúen el desarrollo forestal sostenible como un medio para proveer empleos bien remunerados y estables, asentamientos apropiados, riqueza y seguridad.
La política forestal debe asumir una categoría superior respecto a los problemas políticos, sociales y económicos de cada país sin estar desligada de dichos problemas. Las acciones aisladas de políticas forestales normalmente no logran su cometido. Se debe tender a un trabajo interdisciplinario, y profesionales y científicos forestales deben estar cada vez más impregnados de la realidad socioeconómica del entorno forestal.
La planificación y la investigación forestal de carácter público deben jugar un papel central en el desarrollo sostenible. Pasado el efecto inicial de los violentos cambios de la economía mundial en las dos últimas décadas, tanto la investigación forestal pública, la inversión en el desarrollo científico como la planificación deben tener una función estructural, la cual no carece de vinculación con el proceso de liberación de las economías. Estos elementos deben configurar las políticas del Estado para el desarrollo forestal sostenible, las cuales han de incluir, desde su gestación, la participación de los sectores público y privado, el mundo científico y los grupos de interés.

Bibliografía

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Las memorias voluntarias: consideraciones previas

L. Roche
Lawrence Roche es Profesor Emérito de la Universidad de Gales, Madaboy, Murroe, condado de Limerick, Irlanda.
Una visión global de las actividades forestales reflejada en las memorias voluntarias presentadas al XI Congreso Forestal Mundial.

Introducción

Al igual que en congresos anteriores, las memorias voluntarias son una rica fuente de ideas y prácticas innovadoras. Para el XI Congreso Forestal Mundial se han presentado más de 1 300 sobre 39 temas diferentes. Además, muchos de esos documentos derivan de la experiencia directa de su autor, tanto por lo que respecta a la práctica como a la adopción de decisiones. Presentan, en conjunto, una visión panorámica realista de las actividades forestales a escala mundial y ofrecen el contexto en el que adquieren pertinencia y significación las memorias generales y las memorias especiales.
Muchas de las memorias voluntarias del XI Congreso Forestal Mundial confirman la creencia de que en el sector forestal, como que en todas las demás profesiones, las prácticas y las tendencias son una consecuencia de los cambios progresivos en la demanda de las sociedades, a medida que evolucionan desde la condición de economías exclusivamente agrarias a la de economías industriales con un alto grado de industrialización. Confirman también la preocupación permanente de los especialistas forestales sobre el rendimiento sostenible, concepto que han recuperado en los últimos años otros organismos e instituciones interesados en la relación entre conservación y desarrollo, y entre la equidad en la distribución de los beneficios que reportan los recursos forestales y la sostenibilidad de esos recursos.
Los tres últimos congresos (los de Yakarta, 1978, sobre «Los bosques y la población»; México, 1985, sobre «Los recursos forestales en el desarrollo integral de la sociedad»; y París, 1991, sobre «Los bosques, un patrimonio para el futuro») llamaron la atención del mundo entero sobre estas cuestiones e iniciaron el debate sobre la forma en que el sector forestal puede contribuir más plenamente al desarrollo social y económico y a la conservación del medio ambiente. Como el concepto de sostenibilidad es el elemento central en los tres temas de los congresos mencionados es, tal vez, inevitable que el XI Congreso Forestal Mundial recupere el concepto esencial de la silvicultura clásica y aborde directamente el tema de «La actividad forestal para un desarrollo sostenible: hacia el siglo XXI». Al afrontar los retos que plantea este tema, las memorias voluntarias a las que se alude en el presente artículo atestiguan el desarrollo y crecimiento constantes del sector forestal en las economías desarrolladas y en desarrollo y ponen de relieve cómo una serie de naciones en distintos estadios de desarrollo comparten, de formas distintas, las tendencias, problemas y oportunidades del sector.
Aunque la orientación principal del sector forestal pueda variar según los países, prácticamente todos aquellos que cuentan con un patrimonio forestal importante deben tener como objetivo principal la producción sostenible de madera, lo cual no puede extrañar, ya que la demanda mundial de madera industrial es cada vez mayor. A causa del consumo creciente de pasta, papel, madera maciza y paneles, se prevé que la demanda de madera en rollo industrial, que es actualmente de 1 300 millones de m³ anuales, pasará a 1 700 millones de m³ en el año 2000, y el crecimiento de la demanda mundial de madera en rollo y pasta de madera, que es en promedio del 1,6 por ciento anual, aumentará un 2,3 por ciento anual (Pihlajamaki, 1997).
Hasta cierto punto, esta tarea central de producción, elaboración y comercialización de madera ha quedado oscurecida en los debates forestales internacionales durante los últimos años como consecuencia de la inquietud existente en todo el mundo acerca de la deforestación y degradación del medio ambiente. Sin embargo, se reafirma en las memorias voluntarias, que aportan datos sobre la oferta y la demanda de fibra de madera y presentan diversos modelos sobre la forma en que se puede obtener el producto de forma sostenible y con la debida consideración a la conservación del medio ambiente y a las necesidades de la población que habita en los bosques o en sus proximidades.
En aras de la coherencia, el tema de esta muestra de memorias voluntarias se presenta en varias secciones, que no representan todo el espectro de las cuestiones abordadas en el Congreso ni necesariamente sus títulos. Estas secciones se han elegido únicamente a efectos del presente artículo y para contribuir a que el lector se haga idea del gran volumen de información, tecnología e ideas que contienen las memorias voluntarias.

Los recursos forestales y su utilización

Hay un gran número de memorias de diferentes temas del Congreso que podrían agruparse bajo este título y que suministran información fáctica sobre los recursos forestales y su utilización por regiones y países del mundo entero. Por ejemplo, hay 73 memorias en el tema 1, que se refiere a la evaluación y control de los recursos forestales, y 19 en el tema 20, que se ocupa de las estrategias de industrialización y del empleo. También en otros temas hay memorias que se refieren al contenido de esta sección.
Sin embargo, dos de estas memorias son de particular interés e ilustran la magnitud de la tarea y de los problemas y oportunidades que afrontan en el ámbito de la producción de fibra dos de los mayores países que en este fin de milenio tratan de entrar a formar parte de la economía mundial. Se trata de: «¿Es China un mercado maderero rentable?» (Hong Yank y Xiaomei Jiang, 1997) y «Tendencias en la producción y consumo de productos forestales en Rusia» (Burdin, 1997).
El cuarto inventario forestal nacional de China (1989-1993) menciona una superficie forestal de 262 millones de hectáreas, lo que representa el 28 por ciento de la superficie total del país. Casi el 14 por ciento de esa extensión (133 millones de hectáreas) está cubierto de bosques en la actualidad. Las existencias se estiman en casi 11 000 millones de m³, de los que 7 500 millones de m³, son bosques comerciales. A finales de 1994, las plantaciones abarcaban 33 millones de hectáreas, la mayor superficie del mundo de plantaciones forestales. El 72 por ciento del patrimonio forestal nacional corresponde al sector público y el 28 por ciento es de propiedad colectiva o individual. Existen en el país más de 2 800 especies arbóreas de las que alrededor de 1 000 se utilizan con fines industriales y aproximadamente la mitad de ellas se explotan de forma intensiva. Sin embargo, a pesar de estos ingentes recursos forestales, tanto de origen natural como artificial, la demanda nacional de madera y productos madereros es superior a la oferta y en los últimos años los costos en concepto de importación de madera en rollo, madera aserrada, tableros contrachapados y madera para chapa se han incrementado enormemente. En la memoria se recogen detalladamente las importaciones de productos de la madera y se esboza la estrategia del desarrollo futuro del sector.
Otra memoria procedente de China y pertinente para esta sección, que indica los progresos realizados en la modernización del sector, es la de Zhao Chen (1997), titulada «La instrucción asistida por computadora en la ingeniería de explotación forestal», cuyos temas específicos son: la simulación y demostración de terrenos forestales, elementos geográficos, recursos forestales y ciclos de aprovechamiento y regeneración; los métodos de corta con sierra de cadena, análisis del tronzado con sierra de cadena y sierra vibradora, análisis del tronzado óptimo y simulación de técnicas de arrastre; el análisis de cables de catenaria, análisis mecánico de sistemas de cable-grúa de tensión variable, demostración de cable aéreo y simulación del cable de retorno en los sistemas de cable aéreo; y el análisis del transporte en camiones, planificación de la extracción con camiones y análisis de redes de explotación maderera.
El autor considera que la enseñanza con la ayuda de ordenador en la ingeniería de la explotación forestal es un complemento importante de la enseñanza convencional y práctica en este campo.
Tal como señala Burdin (1997), el sector forestal ocupa un lugar especial en la economía del país. La última encuesta sobre los recursos forestales cifra las existencias en casi 81000 millones de m³, lo que representa más de la quinta parte del volumen en pie del mundo. Las existencias maduras y extramaduras ascienden a 44 000 millones de m³, de los cuales 35 000 millones son de especies de coníferas. La posibilidad anual de corta (volumen aprovechable con la debida consideración a los requisitos silvícolas, justificado científicamente) asciende a 509 millones de m³. Se cree que el potencial forestal de la nación permite cubrir las necesidades internas y aumentar considerablemente la exportación de productos forestales.
En el momento presente, existen en el sector todos los elementos fundamentales de una economía de mercado. A finales de 1996, sólo el 5 por ciento de las empresas de explotación y elaboración de madera eran propiedad del Estado; el resto eran de propiedad privada, mixta o de sociedades anónimas. Sin embargo, la protección forestal de todas las actividades forestales permanece bajo control estatal y hasta la fecha no ha sido privatizada.
Durante el período de transición a la economía de mercado (1990-1995) el consumo nacional de todos los tipos de productos forestales registró un acusado descenso; pero a pesar de la difícil situación interna del sector forestal las exportaciones de productos forestales han aumentado de forma sustancial. En 1995, la exportación de madera en rollo aumentó el 37 por ciento con respecto a 1994, el 95 por ciento de coníferas. Está aumentando la parte correspondiente a la pasta de madera de caducifolias, principalmente abedul, y los principales países importadores de madera en rollo son el Japón, Finlandia, Suecia, Noruega, China y la República de Corea. En 1995, las exportaciones de madera contrachapada duplicaron a las de 1990. Se esboza una estrategia para un mayor desarrollo del sector (Burdin, 1997).

Conservación y ordenación de los ecosistemas forestales naturales

La conservación y ordenación de los bosques exige, ante todo, el reconocimiento por las autoridades políticas de la conveniencia de esos objetivos y la necesidad de incorporarlos a los planes nacionales de desarrollo. En segundo lugar, es necesario adoptar políticas y prácticas adecuadas y una distribución idónea de los recursos. El conocimiento exhaustivo de los recursos forestales que requieren actividades de conservación y ordenación es el requisito previo de una estrategia nacional de conservación y ordenación, y si los países no conocen con exactitud sus recursos forestales no están en buena situación para conservarlos y ordenarlos. El mundo desarrollado en su conjunto ha dejado ya de lado los excesos de la explotación no sostenible de los recursos forestales y conoce perfectamente los recursos disponibles. No puede decirse lo mismo del mundo en desarrollo, en el que es mucho todavía lo que queda por hacer en este ámbito.
La mayor parte de las consideraciones que se acaban de esbozar figuran de una u otra forma en las memorias que se agrupan bajo este título. Las memorias a las que se hace referencia a continuación constituyen una muestra breve pero representativa de las muchas que se han presentado sobre este y otros temas conexos y que corresponden al título general de esta sección.
La memoria de Sumantri y Santoso (1997) titulada «Forest gazettment for sustainable forest management in Indonesia: policies and progress» describe las categorías de bosques delimitados con diferentes objetivos en Indonesia. Existen 140 millones de hectáreas de tierras forestales públicas, de las que 113,8 millones están clasificadas como bosque permanente, y 26,6 millones como zonas forestales susceptibles de ser transformadas en bosques de producción. El patrimonio forestal permanente está formado por bosques de protección (30,7 millones de hectáreas), bosques de conservación (18,8 millones de hectáreas), bosques de producción limitada (31,3 millones de hectáreas) y bosques de producción permanente (33 millones de hectáreas). En la memoria se describe la clasificación forestal y la delimitación de esos bosques estatales. La memoria de Mulyadi y Fraser (1997), que tiene relación con la anterior, expone la experiencia indonesia por lo que respecta al establecimiento de unidades de ordenación forestal dentro del patrimonio forestal clasificado. Esta memoria señala también que el Gobierno de Indonesia suscribe los criterios determinados por la Organización Internacional de las Maderas Tropicales (OIMT) para la ordenación adecuada de los bosques tropicales con un rendimiento sostenido, promulgando decretos emanados del Ministerio de Bosques que velan por la ordenación de un patrimonio forestal permanente.
Otras memorias, complementarias de las que ya se han mencionado en esta sección, son las tituladas «Modelo de un prototipo de sistema experto para la evaluación de las políticas de ordenación forestal sostenible» (Sukradi, 1997) y «Percepción remota en la evaluación y monitoreo de fases de sucesión secundaria en áreas de bosque tropical húmedo en la Amazonia brasilera« (dos Santos et al., 1997).
Aunque no siempre se explícita en los debates internacionales sobre las actividades forestales tropicales, está implícito en muchos de ellos que los principios y prácticas de la ciencia forestal clásica, tal como han evolucionado a lo largo de los siglos en Europa, no pueden aplicarse a las condiciones de los trópicos y tampoco a las de América del Norte. Sin embargo, las memorias voluntarias presentadas al Congreso no contienen argumentos que sustenten esa conclusión. Al contrario, se presentan numerosos datos que ilustran la medida en que los problemas y oportunidades del sector forestal son en principio análogos en los países desarrollados y en desarrollo, están sujetos a factores socioeconómicos muy parecidos y son susceptibles de la adopción de medidas similares para resolver los problemas y aprovechar las oportunidades. Así queda ilustrado en la memoria de Schabel y Pecore (1997) que lleva por título A La silvicultura en la reserva india de Menominee, en Wisconsin. ¿Es un Dauerwald?».
Los autores introducen la memoria con la siguiente observación:
«El sector forestal está experimentando en todo el mundo un cambio sin precedentes. En esta transición de gran alcance, el sector forestal tradicional afronta el desafío de una multiplicidad de propuestas, a veces controvertidas, en pro de un nuevo concepto de la actividad forestal... No es un concepto totalmente nuevo ni en la teoría ni en la práctica, pues existen precedentes desde hace mucho tiempo, entre ellos el Dauerwald o bosque perpetuo de Europa central, y el bosque de la reserva india de Menominee en Wisconsin, Estados Unidos. En la búsqueda actual de soluciones para la ordenación forestal sostenible, merece la pena examinar los modelos existentes. Este trabajo pretende comparar el bosque perpetuo y el bosque de Menominee, que pese a las grandes diferencias existentes desde el punto de vista cultural, histórico y geográfico, parecen compartir una visión similar a largo plazo, compatible con el nuevo concepto de la actividad forestal.»
La reserva india de Menominee data de 1854 y contiene una zona de bosque natural autóctono renombrado por su gran valor y volumen y por sus cualidades ambientales y estéticas. Al menos durante 150 años ha cubierto las necesidades de sus propietarios indígenas, y los autores de esta memoria afirman que ejemplifica un bosque perpetuo sano desde el punto de vista ecológico, productivo, rentable y estético. A pesar de que se han talado más de 2 000 millones de pies de madera para aserrío desde 1865, año en que se registró por primera vez la posibilidad anual de corta, el bosque de Menominee tiene todavía alrededor de 1 500 millones de pies de madera para aserrío en pie, es decir, el mismo volumen que se estimaba que existía en 1854. Además, el aspecto contemporáneo corresponde en gran medida a su apariencia original.
Las otras dos memorias que pueden incluirse en esta sección son las de Catinot (1997) y Barthod y Wermann (1997), tituladas respectivamente «La ordenación sostenible de los bosques tropicales húmedos no se puede concebir sin la participación decisiva del sector privado» y «La gestión sostenible de los bosques templados europeos. Reflexiones sobre las experiencias alemana y francesa». Estas dos memorias son contribuciones importantes al debate sobre la función del sector privado en las actividades forestales, tanto en los países desarrollados como en desarrollo.

Plantaciones industriales

Treinta años atrás, la FAO publicó las actas de un simposio mundial sobre Los bosques artificiales y su importancia para la industria (FAO, 1967). Ese documento fue, durante muchos años, una importante fuente de datos sobre este tema. La experiencia no se ha repetido y en los últimos años, el tema de los bosques artificiales y su importancia para la industria no ha recibido la atención que merece en los simposios internacionales. No obstante, las plantaciones industriales continúan siendo una parte esencial del sector forestal tanto en los países desarrollados como en desarrollo y en muchos países que son la principal fuente -en constante crecimiento de fibra de madera. Cuando se aplican prácticas silvícolas y de ordenación adecuadas, las plantaciones cumplen una función de primer orden en la satisfacción de la demanda mundial de ese producto, obtenido de manera sostenible y respetando los imperativos sociales y ecológicos. Aunque se pueden citar muchos ejemplos de ese tipo de plantaciones, cabe destacar uno, el mejor documentado por lo que respecta a la sostenibilidad de la producción (Evans, 1997).



En su memoria titulada «The sustainability of wood production in plantation forestry», Evans (1997), hace referencia, a los datos relativos a una plantación de Pinus Patula de 60 000 hectáreas de extensión en Swazilandia. Estas plantaciones son objeto de un manejo sumamente intensivo y hasta la fecha, después de tres rotaciones, estas prácticas han ocasionado una disminución del rendimiento. Al menos en sentido estricto, las prácticas silvícolas adoptadas en la plantación son sostenibles (Evans, 1997). Las plantaciones se explotan en turnos de 1517 años, sin aclareo, y no han sido objeto de mejoramiento genético ni han sido tratadas con fertilizante.
A pesar de esos resultados tan positivos obtenidos en las plantaciones de Swazilandia, los efectos ecológicos a largo plazo de los grandes monocultivos forestales siguen siendo motivo de inquietud para los técnicos forestales, ecólogos y ambientalistas. Esa preocupación se lee en la memoria que lleva por título «Establecimiento de plantaciones de teca en Myanmar» (Keh, 1997). Este trabajo se basa en la experiencia pasada y presente para cuestionar la conveniencia de establecer monocultivos de teca y cita las palabras de los grandes especialistas del pasado en la práctica forestal de la región: «La teca es un mal agente forestal; no mejora el suelo y sus hojas no forman fácilmente humus» (Baden Powell, 1874). «El objetivo del Departamento Forestal (en Birmania) no es plantar bosques puros de teca, porque este árbol crece mejor en asociación con bambúes y otras especies y es conveniente atenerse a las indicaciones de la naturaleza» (Brandis, 1881). «La naturaleza ha de ser estudiada atentamente, imitada y nunca forzada» (Troup, 1917). Keh (1997) afirma que los bosques puros, o casi puros, de teca son raros y cuando existen su condición no es satisfactoria, y propone una estrategia distinta a las prácticas silvícolas que se aplican actualmente consistente en utilizar especies complementarias como Xlia dolabriformis y Perocerpus macrocarpus.
Dos memorias que pueden incluirse en esta sección son «Protección de los árboles de Africa: situación y acciones para el control de las plagas en el sector forestal africano» (Murphy, 1997) y «Some important pests and diseases of forest plantation in Indonesia» (Suharti y Sitepu, 1997).

Los cultivos arbóreos y la interfaz agricultura-bosques

Son muchos los temas de este Congreso, para los que se han presentado más de 200 memorias, que corresponden al título de esta sección. Las memorias a las que se hace referencia en estas líneas dan idea del alcance, calidad y pertinencia de estas contribuciones y de la búsqueda de la sostenibilidad en este campo. En la memoria titulada «La creación de medios de vida rural sostenibles a través de la silvicultura forestal en Sudáfrica», Erskine (1997) plantea dos objetivos fundamentales:
«La transformación de la población pobre de las zonas rurales en empresarios forestales, para lo cual la población en cuestión utiliza las parcelas de tierra que no son adecuadas para los cultivos anuales ni para el pastoreo de animales domésticos para plantar árboles en tierras frágiles abruptas, con el fin de generar ingresos mediante la venta de madera a una empresa maderera que brinda apoyo y crédito durante el ciclo de crecimiento, así como un mercado garantizado para los pies adultos».«Una iniciativa en el ámbito del desarrollo forestal comunitario que se está llevando a la práctica en el momento presente, en la que se crean oportunidades para la población rural pobre que vive en las proximidades de tierras forestales comerciales en gran escala, para establecer vínculos mutuamente beneficiosos con la empresa propietaria de las tierras. Esa vinculación supone que la empresa permite a la comunidad local utilizar, de forma adecuada, algunos terrenos forestales para el cultivo intercalado y para la apicultura, y algunas tierras adyacentes a los bosques para la práctica de la agricultura, con el fin de ofrecer seguridad alimentaria y una fuente de ingresos» (Erskine, 1997).
Según el autor, la experiencia sobre el terreno demuestra que es posible conseguir ambos objetivos, porque existe un desarrollo institucional apropiado a nivel local y un programa eficaz para aplicar los resultados de la investigación integrada mediante los servicios de extensión y capacitación.
La diversidad e importancia de las plantas alimenticias y de los cultivos arbóreos indígenas son subrayadas por Kigomo (1997) en su memoria titulada «Papel de los cultivos indígenas alimenticios y arbóreos en la lucha contra la deforestación y la degradación de las tierras Estudio de un caso de Kenya». Los resultados de la investigación realizada en el distrito de Tharaka-Nithi en Kenya indican que el 50 por ciento de los cultivos agrícolas son cultivos alimentarios indígenas y que el 63 por ciento de los árboles existentes en las explotaciones son autóctonos y están situados en zonas de alto potencial, y el 77 por ciento en zonas de bajo potencial. Además, los cultivos y árboles fijadores del nitrógeno son el 50 por ciento de las existencias totales en la zona más seca y el 30 por ciento en las explotaciones agrícolas de gran potencial. El autor concluye que es necesario intensificar la producción de cultivos alimentarios indígenas estableciendo una mejor relación entre la investigación, la extensión y los agricultores, formulando políticas bien fundadas sobre los cultivos y al mismo tiempo afrontando la actitud negativa de la generación joven con respecto a los cultivos alimentarios autóctonos. La extensión y elaboración de una estrategia de comercialización eficaz para los cultivos alimentarios autóctonos también contribuiría a fomentar los cultivos (Kigomo, 1997).
Thijssen y Kamondo (1997), cuya memoria lleva por título «Policies for tree propagative materials for agroforestry», apuntan dos razones de peso por las que los agricultores cultivan árboles en las zonas de Kenya de gran capacidad productiva: en primer lugar, «los productos forestales no se pueden conseguir de forma gratuita fuera de la zona agrícola o en el mercado, por lo que tienen que plantar árboles en sus parcelas», y en segundo término, «la propiedad privada de las tierras de cultivo es una característica dominante de las tierras altas de Kenya, que aumenta la motivación para invertir en la arboricultura y en la conservación del suelo y el agua». Los autores afirman que las principales dificultades para mantener el desarrollo de la arboricultura en las explotaciones son un sistema de distribución de semillas poco eficiente; un insuficiente control del sistema de control de la calidad, certificación y almacenamiento de las semillas; y el acceso insuficiente de los agricultores a buenas fuentes de semillas. Por último, los autores señalan que es necesario cobrar el costo íntegro de la producción de semillas, pero esto resulta difícil porque una serie de organismos donantes no desean adoptar esa medida (Thijssen y Kamondo, 1997).
En su memoria titulada «Las asociaciones de reemplazo de bosques: Un modelo eficaz para conseguir la sostenibilidad del consumo de leña», de Miranda (1997) aporta sólidas razones por las que las plantaciones de árboles para leña son la mejor fuente de madera producida de forma sostenible en situaciones en las que los desechos de madera o los bosques naturales sujetos a ordenación no son opciones viables, y se pregunta por qué no existen más ejemplos de plantaciones de árboles para leña en América Latina. La respuesta es que las pequeñas industrias que consumen leña, como las panaderías, los productores de tabaco y lima y las fábricas de ladrillos no están en situación de comprar tierra ni de invertir en una operación forestal completa. Aun en el caso de que pudieran efectuar la inversión de capital necesaria, la leña sería muy costosa.
La solución a este problema reside en lo que el autor denomina «asociaciones de restitución forestal». En dichas asociaciones los costos se distribuyen equitativamente entre las industrias consumidoras y los campesinos sin recursos. Los propietarios de las industrias aportan el capital inicial, pero como carecen de tierra y mano de obra, ofrecen incentivos a los agricultores para conseguir su colaboración.
En el Brasil, las asociaciones de restitución forestal funcionan con éxito desde hace más de un decenio. Sólo en el estado de Sao Paulo se crearon, entre 1985 y 1995, 13 asociaciones que agrupaban a más de 3 000 campesinos, y se establecieron más de 20 000 hectáreas de plantaciones árboles para leña. Recientemente han adoptado también este sistema los estados de Minas Gerais y Mato Grosso do Sal. El autor afirma que las asociaciones han tenido éxito porque hacen responsables a los consumidores comerciales de madera del impacto ambiental de sus actividades (invistiendo el concepto empresarial tradicional de privatizar los beneficios y socializar los costos); reducen la dependencia del sector público y de la ayuda exterior para financiar la reforestación, y garantizan a los agricultores un mercado comercial y un precio justo.
Es una creencia muy extendida que sólo en las urnas tropicales tiene lugar un comercio importante de productos forestales no madereros. Sin embargo, la memoria de Özhatay y Atay (1997), titulada «El comercio de kekyh en Turquía», demuestra que esa creencia es errónea. El autor señala que en Turquía existe un comercio muy intenso de material vegetal silvestre, recolectado en su mayor parte por comunidades locales de campesinos. Todos los años se recogen muchos millares de toneladas de raíces, hojas, flores y semillas de una gran variedad de especies vegetales silvestres, que luego se venden en los mercados nacionales y en el extranjero. Anualmente se recolectan 500 toneladas de raíces deGypsophila y el género conexo Ankopetalum y 90 toneladas de semillas de Colchium speciosum, y el volumen de comercio es importante. Los autores hacen las siguientes recomendaciones para asegurar la sostenibilidad y mejora de esta actividad comercial: promulgar leyes más estrictas para controlar el comercio de especies en peligro; vigilar la recolección de las poblaciones silvestres consideradas vulnerables; establecer una red de zonas de ordenación y espacios protegidos en los que existan conjuntos de especies raras de kekyh; poner en marcha un programa de educación y de concienciación del público, especificando los métodos seguros y sostenibles de recolectar el material vegetal silvestre.

Influencias de los bosques

Este es un tema que tradicionalmente ha tenido gran importancia en los programas de enseñanza de las antiguas escuelas forestales europeas. En determinados momentos su alcance fue menor frente a otros temas que estuvieron en boga durante un tiempo, pero ahora ha vuelto a cobrar actualidad a causa de los cambios climáticos atribuidos a la industrialización y deforestación crecientes y a catástrofes como las inundaciones, la erosión masiva y la sedimentación de ríos y embalses cada vez más frecuentes.
La función de los bosques del mundo en la retención del carbono recibe una gran atención en una serie de memorias voluntarias, como las tituladas «¿Bosques para la captación y retención del carbono o para la sustitución de los combustibles fósiles? Un análisis de sensibilidad» (Marland y Schlamadinger, 1997), «El cambio climático y el papel de los bosques como sumideros de carbono en Indonesia» (Retnowati, 1997) y «Acumulación y flujo del carbono en los bosques de Corea» (Lee, 1997).
Marland y Schlamadinger señalan que entre las propuestas para reducir el aumento de CO2 figuran la posibilidad de reforestar las tierras forestales degradadas para retener el carbono y/o utilizar madera de los bosques explotada de forma sostenible para sustituir al combustible fósil. Afirman que cuando los productos forestales obtenidos de forma sostenible se utilizan de forma ineficaz para sustituir a los combustibles fósiles, los mayores beneficios en lo que respecta al carbono se consiguen mediante la reforestación y protección de los rodales y que el aumento de las existencias no produce grandes ventajas. Sin embargo, cuando se utilizan con eficacia para sustituir a los combustibles sólidos, el aprovechamiento sostenible produce un beneficio neto mucho mayor, que se incrementa rápidamente al aumentar la productividad (Marland y Schlamadinger, 1997).
La historia forestal europea confirma que la ordenación para la producción sostenida de madera no es necesariamente incompatible con otros objetivos importantes como la conservación de la biodiversidad, el control de los torrentes y de la erosión y la protección y ordenación de las cuencas de captación. En la memoria titulada «De la sobreutilización a la regulación de manejo sostenible. Un estudio de caso de cambios históricos a largo plazo en el recurso forestal de Austria», Johann (1997) subraya la importancia de la perspectiva histérica en la práctica forestal. Ya en el siglo XIII, los gobiernos municipales establecieron normas sobre el aprovechamiento forestal, para satisfacer las diferentes exigencias de la población. De esa forma, en las zonas de gran altitud, los bosques bien administrados protegían a los asentamientos y a la población frente a las avalanchas e inundaciones. El exceso de utilización de épocas pasadas no ha tenidas efectos irreversibles en el potencial productivo de la región.
En una memoria que guarda relación con la anterior, ÖzyuvacW et al (1997) trazan la secuencia histórica de la degradación ambiental acumulativa en el Mediterráneo oriental desde el siglo III a.C. hasta el presente y formulan una estrategia para la ordenación integrada de las cuencas hidrográficas que permita el desarrollo y utilización sostenibles de los recursos renovables de la región.

La conservación de la biodiversidad

El sector forestal ha desempeñado siempre una función de primer plano en la conservación de la biodiversidad. Muchas de las reservas forestales del mundo, destinadas en principio a la producción de madera, son ahora las principales zonas protegidas para albergar especies vegetales y animales cuyo hábitat fuera de las reservas ha sido destruido. Dentro del sector existe una conciencia cada vez más clara de la importancia de sostener la biodiversidad en bosques ordenados, aunque la incorporación de metodologías de conservación en los planes de ordenación no es un concepto completamente nuevo en el sector forestal y muchas de las antiguas reservas forestales de Asia y Africa contenían zonas inviolables que no eran explotadas y que suministraban datos importantes para el desarrollo de sistemas de ordenación y silvicultura viables en las zonas explotadas de forma selectiva.
Un elevado número de memorias voluntarias tratan en formas diversas del tema de esta sección. Se han presentado 66 memorias bajo el tema «Conservación de ecosistemas» y 69 bajo el tema «Conservación y utilización de recursos genéticos forestales». La mayor parte de esos trabajos confirman un aumento constante del interés y la competencia en lo que respecta a los principios y prácticas de conservación en la ordenación forestal. El trabajo presentado por Douhéret (1997), titulado «Ordenamiento forestal y silvicultura: elementos fundamentales de una estrategia de conservación de ecosistemas forestales tropicales en la Guayana francesa» es una contribución moderna y actualizada a esta tradición antigua.
La premisa de la que parte el trabajo de Zuomin et al., (1997), «Estudio sobre el método de valoración de la biodiversidad del ecosistema regional» es que, con frecuencia, la conservación del ecosistema es un procedimiento factible en la conservación de recursos genéticos cuando se adoptan criterios objetivos para seleccionar y delimitar ecosistemas para fines de conservación. Este autor presenta una serie de índices en los que se basa la selección, como la diversidad, peculiaridad, representatividad, rareza, estabilidad, naturalidad, valor de conservación, accesibilidad e interferencia humana, y esboza los métodos mediante los cuales se ponderan esos índices en el proceso de selección.
Dos trabajos que también tienen cabida en esta sección son los de Negi y Stimm (1997) y Auer y Freiberg (1997), titulados respectivamente «La conservación de la biodiversidad forestal en la India y Alemania» y «The clearing-house mechanism (CHM) of the convention on biodiversity (CBD) - A global information platform to support scientific and technological cooperation».

Observaciones finales

Se han presentado al Congreso más de 1 300 memorias voluntarias agrupadas en 38 temas. Hacer justicia a todas ellas en un breve artículo es una tarea imposible; así pues, por necesidad no se ha hecho referencia directa a muchos temas importantes, por ejemplo, el desarrollo de la investigación y los recursos humanos, la elaboración y las industrias forestales, la función de los organismos no gubernamentales, la fauna silvestre, el turismo, etc. En el marco de los 38 temas del Congreso se han presentado trabajos del mismo interés y calidad que aquellos a los que se han aludido en estas páginas. El objetivo de este artículo no es otro que dar una idea de la calidad, alcance e importancia de todos los trabajos, presentando una muestra representativa de los mismos.

Bibliografía

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Troup, R.S. 1917. The work of the Forest Department in India (Burma). Citado en Keh (1997).
Memorias voluntarias presentadas al XI Congreso Forestal Mundial:
Auer, M. y Freiberg, H. 1997. The clearin-ghouse mechanism (CHM) of the Convention on Biological Diversity (CBD): a global information platform to support scientific and technological cooperation.
Barthod, C. y Wermann, E. 1977. La gestión sostenible de los bosques templados europeos. Reflexiones sobre las experiencias francesa y alemana.
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de Miranda Carneiro, R. 1997. Las asociaciones de reemplazo de bosques: un modelo eficaz para conseguir la sostenibilidad del consumo de leña.
dos Santos, J.R., Lacruz, M.S.P. y Sassagaw, H.S.Y. 1997. Percepción remota en la evaluación y monitoreo de fases de sucesión secundaria en áreas de bosque tropical húmedo en la Amazonia brasilera.
Douhéret, J. 1997. Ordenación forestal y silvicultura: elementos fundamentales de una estrategia de conservación de ecosistemas forestales tropicales en la Guayana francesa.
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Kigomo, B.N. 1997. Papel de los cultivos indígenas alimenticios y arbóreos en la lucha contra la deforestación y la degradación de las tierras. Estudio de un caso de Kenya.
Lee, K.-H. 1997. Acumulación y flujo del carbono en los bosques de Corea.
Marland, G. y Schlamadinger, B. 1997. ¿Bosques para la captación y retención del carbono o para la sustitución de los combustibles fósiles? Un análisis de sensibilidad.
Mulyadi, A.T. y Fraser, A.L. 1997. Indonesian experience with establishing permanent forest management units (KPHPs) as a prerequisite for sustainable forest management.
Murphy, S.T. 1997. Protección de los árboles de Africa: situación y acciones para el control de las plagas en el sector forestal africano.
Negi, S.S. y Stimm, B. 1997. La conservación de la biodiversidad forestal en la India y Alemania.
Özhatay, N y Atay, S. 1997. El comercio de kekyh en Turquía.
ÖzyuvacW N., Özhan, S. y Görcelioalu, E. 1997. Integrated watershed management for sustainable development of renewable natural resources.
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Retnowati, E. 1997. El cambio climático y el papel de los bosques como sumideros de carbono en Indonesia.
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Sukradi, D.S. 1997. Modelo de un prototipo de sistema experto para la evaluación de las políticas de ordenación forestal sostenible.
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Thijssen, R. y Kamondo, B. 1997. Policies for tree propagative materials for agroforestry.
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Zuomin Shi, Ruimei, C. y Youzu, J. 1997. Estudio sobre el método de valoración de la biodiversidad del ecosistema regional.


Fuente: http://www.fao.org/docrep/w6251s/w6251s0b.htm#TopOfPage




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